JUEVES VI DE PASCUA
LECTURA: “Juan 16, 16‑20”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver.»
Comentaron entonces algunos discípulos: «¿Qué significa eso de «dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver», y eso de «me voy con el Padre»?» Y se preguntaban: «¿Qué significa ese «poco»? No entendemos lo que dice.»
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver»? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.»
MEDITACIÓN: “Se convertirá en alegría”
En ciertos momentos de dificultad, cuando la vida se nos oscurece, cuando todo parece ponerse en contra, cuando parece que las desgracias se ponen de acuerdo en acudir todas a un tiempo, sentimos que una especie de losa se nos viene encima y nos hace sentir una especial desprotección.
Sin embargo, tú estás siempre. La oscuridad forma parte de las sombras de nuestro caminar, nos lo dijiste con claridad. Pero eso no significa tu distanciamiento. Por eso te empeñas en anunciarnos la inmersión del Espíritu en nosotros y en tu Iglesia. Él está siempre, lo sintamos o no, a nuestro lado, con él tú estás siempre con nosotros, y esa presencia, a veces insensible, la mayor parte de las veces, es la garantía de que el mal y el dolor en el que nos vemos inmersos no tienen la última palabra. Aunque a veces nos parezca mentira, la palabra última está de parte del bien, de la verdad, del amor, ayer nos lo recordabas.
Por eso, frente al dolor concreto que podemos experimentar. Frente a la incertidumbre. Frente a las fuerzas del mal que parecen querer arrasarlo todo y conseguirlo. Frente a la sensación de que cada vez los pobres son más pobres y los ricos más ricos, y la indiferencia y lo fácil se va a apoderando de todo, y una especie de angustia y de tristeza, o de desilusión y desencanto lo invade todo, está tu palabra firme y segura que nos dice que esta tristeza se convertirá en alegría.
Sí, creo firmemente, que la palabra que está llamada a ser definitiva, aunque parezca increíble, es la ilusión, la de la esperanza, la del amor, la de la paz, la de la vida.
ORACIÓN: “Ser tu testigo”
Resuena tu llamada a ser tu testigo. Tu resurrección y tu Espíritu detrás de ella me invitan a abrirme a la esperanza y a ser portador de ella. Dame la ilusión, la convicción de que sigue mereciendo la pena.
Ilumíname, Señor, para que pueda aportar un signo de esperanza, que puede ofrecer mis propios anhelos de buscador para que pueda acompañar a otros en esta apasionante aventura de descubrir la grandeza de nuestra humanidad personal y colectiva.
CONTEMPLACIÓN: “Fuerza de amor”
Te marchaste, Señor,
para venir,
para entrar
con toda tu fuerza
en mí.
Te has aposentado
en mi interior
como fuerza de amor,
como ansias de vida,
como hálito de esperanza.
Tu presencia,
callada y frágil,
pero firme y constante,
grita en mi interior
anhelos de vida,
espacios de dignidad.
Y una corriente de gozo,
me augura que ésa es la meta,
que ése es el final.
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