No queda prescrita en esta regla toda la práctica de la perfección.
Hemos esbozado esta Regla para que observándola en los monasterios, demos pruebas al menos de alguna honestidad de costumbres
o de un principio de vida monástica. 73, 1.
Este último capítulo contiene un tesoro de doctrina práctica. El principio directivo de toda nuestra actividad moral es vivir conforme a lo que uno es, y así se progresará. Nuestra ley es caminar hacia lo perfecto. Para lograrlo se necesitan dos cosas. Un aguijón interior que nos impulsa, que es buen celo, el fervor de la caridad que nos empuja, según ha expuesto en el capítulo precedente, y además un camino por el que poder correr, que es tema de este capítulo. El capitulo 73 viene a ser el epílogo de la Regla. Corresponde al Prólogo con el que tiene analogías muy notables.
S. Benito empieza este capítulo presentando su obra y precisando su carácter y su finalidad. Reconociendo sus propias limitaciones, recomienda a continuación la lectura de la Biblia y de los Padres, en particular de los autores monásticos, como medio de adelantar hacia las cumbres de la perfección. Termina presentando la Regla como base necesaria para intentar posteriormente y sirviéndose de su ayuda la conquista de cotas más altas
Investigadores y comentaristas han hecho de este capítulo objeto de varias discusiones. Resaltan las peculiaridades de su léxico y estilo, bastante diferentes del resto de la Regla. Por esto algunos dudan de su autenticidad. Dicen que este capítulo y el final del prólogo podrían ser obra de alguno de los copistas con la intención de que de alguna manera se hiciese una referencia a la vida contemplativa. Pero estos argumentos no parecen decisivos, pues puede verse en ellos la influencia de Casiano. Pero si que puede ser aceptada la tesis de que el capítulo 73 en una redacción anterior de la RB, seguía después del 66, y al introducirse en el códice los capítulos 67‑72, se le puso al final.
Para muchos comentaristas, S. Benito peca aquí de un exceso de modestia al juzgar su propia obra. Otros ven en este final una invitación a la vida eremítica. Finalmente algunos otros quieren ver esta página en su sentido literal, es decir una exhortación a una vida religiosa cada vez más perfecta.
De estas frases se desprende un perfume de cristiana simplicidad, que reflejan la santidad de S. Benito. Este candor y mesura sólo pueden venir de Dios. Por lo general cada uno consideramos lo hecho por nosotros, como lo definitivo, lo perfecto.
Sólo unos pocos escapan de esta fascinación. S. Benito es de estos pocos, y considera la Regla como un «esbozo», una «iniciación» para una vida superior. Los siglos se han encargado en desmentir esta proclamación de humildad.
A este respecto se puede observar una diferencia radical del juicio que formula la RM y lo que RB expresa en estos párrafos. La RM se considera inspirada por Dios, proclama que fue dictada por el Señor. S. Benito por el contrario se expresa con una modestia conmovedora, en la que nos enseña lo que él juzga rudimentos de la vida monástica y que posteriormente la define como Regla mínima de pura iniciación.
Cierto que el mismo S. Benito da importancia a la Regla ordenando al abad velar por su observancia en todos sus puntos, la defiende con un código penitencial para castigar la inobservancia y en dos ocasiones la ha calificado de «santa Regla». No pretende al llamarla un esbozo, una iniciación desvirtuar su importancia.
Son varios los autores de los siglos VI y VII se encuentran frases parecidas marcadas por la modestia, aunque ninguno lo hace con tanta severidad como S. Benito.
Según S. Benito los resultados de la observancia de la Regla son una «honestidad de costumbres» e «inicio de conversión». Para los antiguos romanos, “honestas» entrañaba el concepto de providad, de honradez. Pero los padres de la vida monástica, y particularmente con Casiano, hay que trasladarlo al plano religioso en el que adquiere un particular sentido. El «honesta morum» sería el compendio de lo que la Regla intenta, una profunda religiosidad, fruto de una oración intensa, humildad y caridad. Pero para los que quieren escalar las cimas de la vida espiritual la propone como un «initio conversationis».
Toda regla humana siempre será limitada e insuficiente frente al horizonte de perfección abierto por las palabras de Jesús:»por tanto ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». «Para el alma que ve al creador, es pequeña toda criatura.»(S. Gregorio en los Diálogos)
Deja una respuesta