El sexto grado de humildad es que el monje se sienta contento con todo lo que es más vil y abyecto y que se considere a si mismo como un obrero malo e indigno para todo lo que se le manda diciendo interiormente con el profeta: “fui reducido a la nada sin saber por qué he venido a ser como un jumento en tu presencia, pero yo siempre estaré contigo”. (7,49)
La RB se limita aquí a reproducir el séptimo indicio de Casiano, con alguna variante de poca importancia.
Para ilustrar su doctrina no aduce más que un solo texto de la Escritura y por cierto no muy apropiado, en la que el monje se compara a una bestia de carga. Esta penuria de testimonios bíblicos contrasta con la abundancia con que se cita la Escritura en el grado anterior como en el siguiente.
Es de notar la expresión “dicet sibi” diciéndose a sí mimo. Es una nueva llamada a la interioridad de la verdadera humildad en contraposición a las frases de humildad que se dicen pero no se sienten.
S. Benito se refiere en este grado a los sentimientos de rebeldía e insatisfacción con la medianía y banalidad de nuestra vida.
En algunos momentos de prueba, descubre el monje que su vida cotidiana es banal, que esperaba mucho más de una vida monástica y es el momento en el que se hace la pregunta si debe mantener las ilusiones sobre su vida, o ha de reconciliarse con el hecho de que la vida es como es.
Para esto el consejo de S. Benito es estar contentos con todo lo más vil y abyecto. Estar de acuerdo con lo que encontramos, reconciliarnos con la banalidad de la propia vida. En ocasiones el monje experimenta su vida como opresiva y carente de perfil. Si se reconcilia con ello, la vida cotidiana se trasforma. No queda meramente resignado y mucho menos amargado. Experimenta en medio de la banalidad la presencia sanadora de Dios.
Es la fidelidad de un animal de carga lo que nos da ejemplo de no abandonarnos a nosotros mismos en la dureza de nuestra vida, sino de mantenernos firmemente adheridos a Dios. Estar en su presencia en medio de toda fatiga es suficiente. Trasforma la vida, otorga sentimientos de paz y de conformidad con todo lo que se da.
“Yo siempre estaré contigo” son las palabras del salmo que la liturgia cita en el introito de Pascua. El decir si a la banalidad de la vida, a la cruz que supone el renunciar a una vida perfecta, conduce a la experiencia de la resurrección. Experimentar la resurrección en medio de la vida ordinaria es para Benito el camino de la humildad. Humildad es la osadía de descender a la tumba de la cotidianidad, para resucitar de la mano de Jesús y caminar erguido por la vida.
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