Indudablemente, a nuestro entender no significa ese bajar y subir, sino que por la altivez de baja y por la humildad se sube. La escala erigida, representa nuestra vida en este mundo, pues cuando el corazón se abaja, el Señor lo levanta hasta el cielo. (7,7-8)
San Benito quiere recordar a sus hijos la verdad fundamental de que venimos de Dios y vamos hacia Dios. La vida presente no es la patria, sino un camino hacia ella. No es el fin del hombre, sino el camino que conduce al fin.
Es inútil que busquemos el reposo en este mundo. Dios nos ha hecho para él y nuestro corazón está in quieto hasta que descanse en él. En Dios encontramos la saciedad de todas nuestras aspiraciones.
Esto lo decimos y lo hemos pensado muchas veces, pero será prudente que veamos si estamos convencido en la práctica diaria de ello. Veamos cuales son los motivos de nuestras alegrías, de nuestras tristezas para constatarlo. Veremos si somos en esta vida como unos viajeros que lo que le importa es llegar al término del viaje, sin paradas innecesarias, llevando sólo el equipaje estrictamente necesario.
En fin, por la presentación de esta escala, S. Benito quiere que constatemos si realmente buscamos a Dios. No tenemos que hacer otra cosa más importante en este mundo.
Tenemos ciertamente muchos preceptos que observar, múltiples deberes que cumplir, numerosas virtudes que adquirir. Siguiendo este camino llegaremos a alcanzar todas estas metas.
La caridad, la esperanza, la fe, la pobreza serán diversas maneras de florecer la humildad. La obediencia, la caridad fraterna son expresión del progreso por esta senda. Lo mismo se puede decir de todas las demás observancias: la mortificación, el Oficio Divino, el silencio, el recogimiento, la oración, el trabajo. Si tenemos verdadero espíritu monástico nos sentiremos animados por S. Benito a progresar por este camino.
Dios se encarga de hacernos posible este extraño ascender bajando, no podemos acercarnos a Dios, si no nos reconocemos impotentes. Sólo Dios puede elevarnos.
Nos eleva ayudándonos a desprendernos más y más de las criaturas y de nosotros mismo. Nos eleva comunicándose con nosotros y haciéndonos participar de su vida divina.
S. Benito presenta este camino como un verdadero cimiento, roca firma, sobre la que edificar toda la vida monástica.
Sta. Teresa del Niño Jesús gráficamente dejó expresada esta verdad en aquel símil de la niña que quiere y no puede subir la escalera para unirse a su padre, y que después de infructuosos esfuerzos, es elevada por los brazos de su padre.
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