Hablar de la humildad en nuestro tiempo, es un tanto desalentador, ya que hoy día, la humildad no es algo que resulte fascinante o atractivo.
La espiritualidad que describe S. Benito en el cap. VII puede parecer una espiritualidad demasiado pesimista. Pero bien mirado este capítulo encontramos una visión diferente. Es la descripción del camino espiritual de la maduración.
En la introducción de este capítulo, ya indica la meta del camino de la humildad. S. Benito presenta al monje la imagen de la escala de Jacob, que llega hasta el cielo. Jacob, huyendo de su hermano Esaú, huyendo de su propia sombra, Jacob sueña en el camino del destierro, con esta escalera.
En la parte superior de la escala está Dios que le promete: “mira que yo estoy contigo, te guardaré a donde quiera que vayas y te volveré a esta tierra. No te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho”
La escalera que llega al cielo ha sido vista siempre en la Iglesia antigua como la imagen de la contemplación. Desde tiempo inmemorial, los autores espirituales han interpretado el camino espiritual como un ascenso hacia Dios. Ahora bien, la paradoja cristiana consiste en que ascendemos hacia Dios en la medida en que descendemos a nuestra propia realidad. Solo el que se encuentra a sí mismo, encontrará a Dios.
Sin un encuentro honesto consigo mismo, solo encontraos nuestras propias proyecciones, pero no al Dios verdadero.
Benito interpreta el subir y bajar de los ángeles en la escena de la escala de Jacob, del modo siguiente. Por la altivez se baja, por la humildad se sube.
La palabra humildad de latín humilitas, proviene de humus, que significa tierra. Sólo el que tiene el coraje de admitir su propia condición de tierra, de humanidad, ascenderá a la contemplación hacia Dios.
En esta imagen Benito recoge la doctrina del monacato primitivo, tal como lo había descrito sobre todo Evaglio Póntico. En el camino hacia Dios encuentro mis propios lados oscuros, con los peligros que me amenazan, con mis pasiones, mis necesidades y emociones. El que se exalta a sí mismo, quisiera pasar por alto su realidad psíquica, realizando un baypass espiritual, quisiera utilizar a Dios para eludir la propia realidad. Pero después se termina en un callejón sin salida. No se llega a Dios, sino a las imágenes que uno se ha forjado de Dios y de sí mismo.
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