469. ‑ Los monjes enviados de viaje

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Los monjes que van a salir de viaje se encomendarán a la oración de los hermanos y del abad y en las preces conclusivas de la Obra de Dios se recordará siempre a todos los ausentes. 67,1‑2.

A pesar de lo dicho por S. Benito en el capítulo precedente de que de ninguna manera conviene a los monjes salir del monasterio, sin embargo a veces los viajes son inevitables.
Es curioso que precisamente después del capítulo 66 en el que ha acentuado con tanto rigor permanecer en la clausura del monasterio, en este capítulo que es el que generalmente se considera el primero de los adicionales, se ocupe precisamente de los hermanos enviados a viajes.
No constituye una derogación de la ley de la clausura. Todo lo contrario. Los viajes de los hermanos son la excepción que confirma la regla.
En este capítulo no hace más que resaltar los graves peligros espirituales a los que se puede ver implicado el monje que abandona el ambiente monástico. Por eso quiere que una clausura espiritual envuelva y proteja al monje y el monasterio por medio de la oración, le acompañe ininterrumpidamente. Por eso se encomienda a la oración de todos «y» “vel» del abad. Algunos comentaristas consideran la partícula «vel» como disyuntiva “o”. Dice que S. Benito prevé el caso de que un monje tenga que emprender el viaje sin tener tiempo para pedir la oración ante toda la comunidad reunida, y en este caso bastará la oración y bendición del abad.
Esta preocupación es la que ha dictado todas las disposiciones de este capítulo.
La comunidad mientras está ausente se le recuerda en la última oración del Oficio. Son varios los comentaristas que opinan que S. Benito se refiere a la oración final de todo el Oficio, o sea la que cierra el oficio de Completas, ya que no especifica que se trate de todas las Horas canónicas como lo hará después al tratar del regreso al monasterio.
Antiguamente estas oraciones por los ausentes eran bastante largas. Las que Esmaragdo nos ha conservado comienzan por las palabras» Oremos por nuestros hermanos ausentes» y siguen unos cuentos versículos con sus respuestas y siguen con el salmo 50. El Breviario de Paulo V ha elegido una fórmula muy abreviada, y que ha estado en uso hasta la reforma litúrgica
Ya en otros capítulos ha hecho referencia a los viajes, recordando en el 50 y 51 la obligación del rezo del Oficio Divino y sobre las comidas y en el 55 sobre el vestido. Aquí el punto de vista es diferente. Hay que advertir de que se trata de monjes que emprenden un verdadero viaje, no una ausencia de horas.
El concilio de Aquisgran de 817 prescribe que el monje que tiene que ir de viaje lleve siempre un compañero. No sabemos si esto estaba en práctica en Monte Casino, pero en la Regla nada dice de esta costumbre que se remonta a los Padres Orientales que prescribían que el monje nunca viajase solo, así la regla de s. Pacomio.

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