Pero el abad nunca recibirá a un monje de otro monasterio conocido, sin el consentimiento de su propio abad o sin una carta de recomendación porque está escrito: no hagas a otro lo que no quisieras que te hagan a ti. 61,13-14.
Hasta ahora S. Benito ha tratado, desde el comienzo del capítulo, de monjes llegados de tierras lejanas, quizás de Oriente. En la mayoría de los casos de estos monjes, el monasterio que los admitía tenía que verse obligado a atenerse a la buena fe del llegado y a la idea que él ofrecía con su carácter y costumbres. Normalmente no se podía en aquella época pedir más.
Pero S. Benito es más exigente cuando se trata de algún monje llegado de un monasterio cercano y conocido. Puesto que se conocían y hablaban la misma lengua, y pudiera ser que tuvieran relaciones entre los dos abades, era necesario que se pusieran de acuerdo.
Esto era ante todo prudencia por parte del abad que recibía. Este monje ¿En qué condiciones había abandonado su monasterio? ¿Cómo desertor o con el consentimiento de su abad? Muy lejos de S. Benito el querer aprovecharse con lo que otros pierden, o que rechazan. Y esto también era obrar con cortesía y caridad y S. Benito invita al Abad que se pregunte a sí mismo lo que él pensaría de un abad vecino que le aceptase sus propios monjes sin previo consentimiento: “No hagas a otro lo que no quisieras que te hagan a ti”.
Por otra parte este proceder era el modo de atenerse a la costumbre monástica y a algunas decisiones conciliares de la época.
Un monje de un monasterio próximo no será recibido si no consta con un testimonio escrito su situación. Solía ser una carta de su abad al abad del monasterio donde se ha presentado, o un escrito general en el que consta que el superior ha concedido el “exeat”.
Estos documentos estaban redactados o bajo la forma de carta de abad a abad, y otras de una forma más general recomendado a todos los poderes eclesiástico y religiosos a este monje salido de acuerdo con las normas de su monasterio.
A este propósito recordemos la doctrina de S. Bernardo. Problema tuvo con la salida de su primo Roberto de Claraval a Cluny lo que motivó la primera carta de su epistolario. Si aprueba que se abandone un monasterio relajado, donde podría verse arrastrado por funestos ejemplos, no aconseja que se salga de un monasterio regular para buscar otro más estricto. Seguro que si viviera actualmente aún predicaría más la estabilidad.
Deja una respuesta