Si posee bienes, antes ha debido distribuirlo entre los pobres…porque sabe muy bien que a partir de ese momento no ha de tener potestad alguna ni siquiera sobre su propio cuerpo. Inmediatamente después se le despojará en el oratorio de las propias prendas que vestía y le pondrán las del monasterio. 58,24-26
Termina el capítulo con unas disposiciones sobre la renuncia de los bienes propios a favor de los pobres o como donación al monasterio. Con ello S. Benito insiste en el carácter radical de la opción monástica por eso recalca “sin reservarse nada de todos ellos, como quien sabe que desde ese día no tendrá potestad sobre su propio cuerpo”.
Desde este momento irá por la vida como persona que toda su confianza está depositada en Dios. El objeto de este radical despojo es liberar al monje de las preocupaciones mundanas. Quien tiene ganado se preocupa, dice un proverbio africano. No se puede servir a Dios y al dinero, dice el evangelio. S. Benito pone al monje en una situación que pueda con mayor facilidad llenar su misión y aspiraciones.
Esta exigencia va seguida de un acto más bien simbólico, que tiene lugar en el oratorio, al final del rito de la promesa. El novicio es despojado de los vestidos propios y es vestido con los vestidos del monasterio. Como ya comentamos en el cap. 55, no se hace alusión a ningún hábito monástico especial. La significación del rito de la sustitución de unos vestidos personales, por otros que son de la comunidad es la total desapropiación. Al neoprofeso no le queda nada, si siquiera las ropas que tenía cuando llegó al monasterio. Su donación es absoluta.
Añade con realismo dramático que se guarden en la ropería, por que si algún día por instigación del diablo consintiese salir del monasterio, Dios no lo permita, despojado entonces de las ropas del monasterio, lo expulsen.
Después alude incidentalmente a otro pormenor. El abad toda del altar la petitio, lo que puede interpretarse como el símbolo de la aceptación del sacrificio por parte de Dios. Lo cierto es que ya al nuevo profeso no se le podrá despedir legítimamente. Su oblación ha penetrado en la esfera de lo divino, por tanto es perpetua, irrevocable, ya que el monje se entregó a Cristo y Cristo lo incorporó a su propia oblación.
Pero S. Benito sabe muy bien que el hombre e voluble, inestable, vulnerable a la tentación. Cabe la posibilidad de que el monje sea infiel a su palabra, y por ello se guardan en la ropería sus vestidos, para que le sean devueltos. Pero el instrumento jurídico que acredita su profesión, la petitio, no le será devuelto nunca. Todo monje profeso, por muy infiel que sea a su compromiso, sigue perteneciendo a Cristo y con Cristo a Dios.
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