442.-Votos monásticos-

publicado en: Capítulo LVIII | 0

 El que va a ser admitido, prometa delante de todos en el oratorio, perseverancia, conversión de costumbres y obediencia.
58,16.

La tradición benedictina acabó por ver en esta triple promesa los llamados  muy impropiamente, los tres votos monásticos: estabilidad, conversión de costumbres y obediencia, paralelos a los de pobreza, castidad y obediencia que se hacen en  otras familias religiosas.
Pero la moderna exégesis ha combatido con indudable acierto esta interpretación. S. Benito no pretende aquí definir tres votos fundamentalmente distintos, sino tan solo indicar en una especie de rúbrica el objeto de la promesa.
Del atento examen de la fórmula contenida  en el párrafo 17 de este capitulo se deduce  con toda seguridad cuan ficticio y arbitrario es dividir en votos distintos los diversos aspectos de una única promesa.
Se advierte en la RB y sobre todo a lo largo del cap. 58 una clara predilección por las triadas,  o compuestos de tres elementos. Y entre ellas la impropiamente llamada fórmula de profesión benedictina. De los tres elementos que contiene, el único que no ha sido objeto de polémica es la obediencia. Su sentido no admite discusión. Y a la luz del pasaje anterior se deduce su alcance preciso. Se trata  de obedecer tanto a la regla como a las órdenes de los superiores.
La estabilidad en cambio y mucho más la expresión “conversatio morum suorum”  han atraído la atención de los eruditos que ha propuesto  diversas interpretaciones.
¿Cuál es el sentido concreto de la stabilitas en este texto concreto de la RB? Sin la menor duda se puede afirmar que es perseverancia. El novicio renueva de una manera más solemne la promesa que hico después de los dos primeros meses de su probación. Por esto se ve que stabilitas y perseverancia son meros sinónimos.
Las cosas se complican cuando se quiere precisar el objeto de la perseverancia  que promete el novicio.
Si se tiene presente el contexto y se prescinde de ideas preconcebidas, resulta bastante claro que se trata de perseverar en el monasterio viviendo en él como monje, bajo la obediencia de la regla que en él se observa y que se ha aceptado al profesar.
No hay que olvidar que la estabilidad es solamente un aspecto de una promesa  más amplia que incluye la “conversatio morum suorum” y la obediencia a las que la stabilitas se refiere muy directamente.
La stabilitas de la RB representa el compromiso  monástico total, el cual  implica la perseverancia en este compromiso hasta la muerte, la pertenencia a una comunidad determinada, la permanencia habitual en el recinto del monasterio en el que vive  dicha comunidad y la aceptación y observancia de la regla.  A su vez incluye  la conversatio monástica,  y por lo tanto el celibato, la puesta en común de bienes y la obediencia a la regla y al superior.
S. Benito se refiere a todo esto en un contexto cristológico al final del Prólogo. “Si no nos separamos jamás del magisterio divino y perseveramos en su doctrina  y en el monasterio hasta la muerte, participaremos  con nuestra paciencia en los sufrimientos de Cristo, para que podamos compartir con El su reino”.
Esta formula con reminiscencias del NT recuerda el 4º  grado de humildad en el que se exhorta a la paciencia callada, citando al Señor que dice: ”el que perseverare hasta el fin se salvará”. Y se hace hincapié en la paciencia penosa abrazada por Cristo para seguir su ejemplo, como si se tratara de una suerte de martirio.
Según escribe H.U.Balthasar la stabilitas de la RB “es la encarnación, la cristalización de una actitud  puramente espiritual. La vida religiosa  es un compromiso  por toda la vida”, por el que “se entra en un estado cristiforme. El monje permanece en el monasterio porque permanece en Cristo”
 A lo largo de muchos siglos, el sentido del segundo voto benedictino no ofreció dificultad alguna. Todos leían en la RB “conversio morum suorum”,  y lo entendían con mucha razón como de la conversión monástica. El novicio pretendía cambiar de vida, desprenderse de sus costumbres mundanas, para adquirir las propias de un verdadero monje.
El problema surgió cuando la moderna crítica textual pudo demostrar con toda certeza, que la lectura era “conversatio morum suorum”. Todos se aplicaron a desentrañar el sentido de esta expresión. Hay varias interpretaciones.
Según Lottin la promesa concierne directamente a la vida común y tendría  como objeto la exclusión de la vida eremítica.
Según Christina Mohrmam, conversatio en nuestro caso deriva de “conversare”, no de conversari, y por lo tanto la expresión de S. Benito equivale a la de “conversio morum suorum”.
Según B. Steidle denota la misma vida monástica designada con el término “conversatio” en gran número de textos antiguos. O mejor aún: conducta virtuosa. Son dos términos sinónimos que se refuerzan recíprocamente.
Tales han sido las principales soluciones propuestas entre otras de menor importancia. Pero la interpretación de Steidle  va ganando terreno. Según esta por lo tanto, lo que se prometía era guardar la conversatio que se quiso abrazar al venir al monasterio. En realidad entre conversión de costumbres y vida virtuosa no hay gran diferencia cuando ambas se aplican a la existencia del monje.
La promesa de conversión de costumbres se refiere a un cambio en profundidad que debe realizarse en el decurso de la vida entera vivida en el claustro. El novicio no solamente tiene que abandonar las costumbres mundanas sino a volverse totalmente hacia el Señor y avanzar por el camino trazado por el evangelio y la regla.
En suma  la solemne promesa que hace el novicio al cabo del año de prueba tendría con toda probabilidad por objeto la perseverancia en la vida monástica, vivida  en el seno de la comunidad que le recibe y en el recinto del monasterio, y caracterizada por un constante progreso en la adquisición de las virtudes, y por la fidelidad a los preceptos de la regla y de los superiores. O si se quiere más brevemente y respetando mejor los tres elementos de la promesa podría decirse  que el novicio se comprometía a perseverar y progresar moralmente y obedecer  dentro del marcho del monasterio y de la comunidad a la que en adelante pertenecería.
Este modo de ver la profesión  monástica  hace que se distinga el compromiso monástico de una simple búsqueda de la sabiduría y lo asemeja al combate cristiano, incluido el martirio. Así como este último consiste en permanecer fiel a Cristo  hasta la muerte, el monacato se manifiesta en sostener hasta la  muerte el propósito de renuncias por Cristo.
Ambas tienen el mismo signo de Cristo en la cruz. La muerte soportada por Jesús soporta tanto en el monje  como al mártir  a mantenerse sin desfallecer  hasta el fin.
Este don de la persona al Dios personal, rasgo específico del monacato cristiano hace de la profesión una consagración inviolable. El que se entrega a Dios no puede  echarse a tras porque Dios no abandona. La apostasía del monje es análoga a la del bautizado. Y esto cualquiera que sea la misericordia de la Iglesia a una u otra, no puede dejar de aparecer como una falta grave.
Siendo tan serio el compromiso del monje y siguiendo al Maestro no conciba tanto el noviciado como una formación, sino de una probación. No se trata tanto de instruir al novicio cuando de medir su resolución y su fe. Al unirse con votos perpetuos, el monje no sólo toma precauciones  contra su propia  mutabilidad como Ulises  atado al mástil. Esta negación de su  ser, frágil y cambiante, se refuerza con una invocación. El canto del “Suscipe me” hace de esta decisión un don a Dios y una oración. Así la perseverancia será un acto de esperanza.

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