Si pone todo su celo en la obra de Dios, en la obediencia y en las humillaciones. 58,7
El monje está por su vocación, consagrado de un modo particular al culto de Dios. Esta vocación se manifestará particularmente en la adoración, en la acción de gracias, en la oración en general.
Se puede decir que en el oficio divino, en la oración es el primer lugar donde se busca y encuentra a Dios. Son como tres puertas por las que se entra en el santuario de la intimidad con Dios Por eso todo aquel que tenga un verdadero deseo de encontrar a Dios tiene necesariamente un celo por la oración del oficio divino.
Un monje que no aprovecha los momentos libres de sus ocupaciones para dedicarse a la oración, a la lectio divina, que llega tarde a los oficios por negligencia, o que se ausenta con frecuencia sin motivo verdadero, que no combate la somnolencia y distracciones en el coro, que se queja de la duración de los oficios, manifiesta que no busca a Dios, que no tiene el celo de la Obra de Dios que es la primera señal de los que le buscan de verdad.
La obediencia en la espiritualidad benedictina es también una señal importante del deseo de buscar a Dios. Sólo se admitirá en la comunidad al postulante “si promete cumplirlo todo, y observar cuanto se le mande, entonces será admitido en comunidad”, dice S. Benito en el siguiente párrafo.
En cuanto a la tercera señal de que busca verdaderamente a Dios, es el celo en las humillaciones. Estas son la manifestación de la humildad a la que da tanta importancia S. Benito que dedica el capítulo más largo de la Regla a explicar el camino de la verdadera humildad.
Dos cosas quedan claras en estas tres señales de la búsqueda de Dios propia del monje. La referencia explícita y reiterada a Dios y el dinamismo espiritual: búsqueda, celo. Esto es lo que se quiere encontrar en el aspirante a la vida monástica, y no precisamente una mera observancia perfecta.
Las frases que siguen en este capítulo resaltan esta idea. No se disimulará al aspirante, las dificultades y asperezas de la vida monástica. Ante bien, se le dirá de antemano lo que le aguarda en el monasterio. Y al mismo tiempo se le hará comprender que es a través de estas penalidades, la obediencia, las humillaciones, etc. como llegará a alcanzar a Dios. “Per quae itur ad Deum”.
No cabe la menor duda que Dios lo es todo en la vida del monje. No tiene sentido si no esta referida constantemente y directamente a Dios. El deseo de Dios es fundamental en la renovación de nuestras comunidades. El P. General hacia esta pregunta en su conferencia del Deseo en el Cap. General de 2005.”¿Nuestras comunidades son expertas en el arte de desarrollar los deseos espirituales abiertos a la experiencia mística de comunión con Dios y si todo está ordenado a este fin?”
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