436.-Criterios de discernimiento.

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Se observará cuidadosamente si de veras busca a Dios, si pone celo en la obra de Dios, en la obediencia, en las humillaciones. 58,7.

Es necesario estar atentos para discernir la autenticidad de las vocaciones, tanto en razón al bien futuro del candidato, que pasado el primer fervor puede que la vida del monasterio no le colme de esa  felicidad, signo de la presencia del Espíritu, como mirando a la comunidad.
S. Benito ofrece unos criterios de discernimiento muy significativos, ya que en ellos podemos encontrar lo que es la médula del ideal benedictino:”tenga cuidado en observar si de veras busca a Dios, si es solícito para la Obra de Dios la obediencia y las humillaciones.”
El criterio fundamental es ver si busca a Dios verdaderamente. Los otros tres criterios que siguen son concreciones que caracterizan la actitud esencial de la existencia del monje.
             Esta búsqueda de Dios no se refiere a una búsqueda  voluntarista o simplemente filosófica. Buscar a Dios para un cristiano significa siempre una respuesta a la iniciativa del Señor. Es algo que está en la esencia de la vida de todo cristiano. El modo es lo que diferencia las diversas vocaciones.
              El buscar a Dios es una respuesta a Dios que nos ama, que nos ha amado primero. Así lo recuerda S. Benito en el Prólogo. 14-16: “Y buscando un obrero entre la multitud del pueblo, al lanzar esta llamada, vuelve a decir: ¿Quién es el hombre que quiere  la vida y desea días felices? Si tu al oírlo responde: yo, Dios te dice…”
Buscar a Dios no es una pretensión ridícula del hombre ante el misterio de Dios,  sino una rendición sin condiciones  porque nos sabemos buscados y amados por Aquel que lo puede todo.  Por tanto buscar a Dios requiere una donación total y por consecuencia un cambio de orientación en la vida, una conversión. Desde este momento, todo ha de ser vivido en unción de Dios.
 Hay que estar dispuesto a romper con todo lo que nos pueda impedir esta búsqueda. Nos libramos de todo impedimento para asumir una  sola servidumbre: vivir para Dios, ser de Dios, que es en definitiva la expresión más auténtica de la libertad humana.
Buscar a Dios es por tanto el aspecto dinámico de la vida monástica que no puede consistir en la congelación de una actitud inicial, sino que hay que avanzar más y más hacia Dios. El monje no es un ser satisfecho, sino un  hombre de deseo, a quien toca vivir la proximidad de Dios en el desarrollo misterioso del tiempo alternando horas oscuras y horas luminosas.
Buscar a Dios es la condición fundamental para ser monje. Todo lo demás ya le será dado al hombre que busca a Dios de veras. Se puede aplicar al novicio lo que S. Benito dice al abad: “acuérdese de lo que está escrito: buscad  el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura”.
Pero ¿que quiere decir buscar a Dios? La expresión reviste muchos matices en la literatura bíblica, helenística y patrística. Puede decirse que buscar a Dios constituye una actitud religiosa esencial, la cual entre los monjes suele estar determinada por una perspectiva escatológica. Es un abrirse para salir al encuentro de Aquel que viene. Un compromiso total de la adhesión a Cristo, que se convierte espontáneamente en oración. Vemos que S. Benito no exige la perfección en el recién llegado, sino la dirección hacia el objetivo, alcanzado o no. Esto es lo que hace grande la vida.
Quiere saber cual es el objetivo del recién llegado: la oración, la preocupación por la voluntad de Dios, el compromiso a cualquier precio, o meras trivialidades. En el camino espiritual podemos fracasar en algunos momentos, pero no podemos cambiar de rumbo, y hay que buscar ayuda en aquellos que pueden orientar en el verdadero camino. Por esto junto  al principiante S. Benito pone al anciano espiritual.

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