258.- Obediencia cenobítica.

publicado en: Capítulo V | 0

Hasta ahora hemos tratado de resaltar lo que distingue la obediencia plenamente espiritual o carismática, de la obediencia sociológica.  Es esencial hacer esta distinción
Pero cuando se vive comunitariamente el misterio de la obediencia, se manifiesta una nueva  dimensión muy importante; el grupo de hermanos, no es solo un fenómeno sociológico  sino también el Cuerpo de Cristo.
Benito define la comunidad monástica con la palabra “congregación”.  Es la que emplea la Biblia latina para denominar a la asamblea del Pueblo de Dios en el desierto.
Y al frente de la comunidad se encuentra necesariamente  la cabeza, símbolo de Cristo en persona. El grupo de hermanos tiene consistencia real, de tal manera  que no se puede separar de  él sin una vocación especial (RB 1) Ser separado del grupo por la excomunión es la penitencia más grave. Existe la estabilidad en la congregación, de la que Benito hace  el rasgo distintivo de sus monjes.
Este grupo  está fuertemente estructurado con su estilo de vida, separación del mundo, sus horarios,  sus objetivos comunes, liturgia.
Aquí aparece necesariamente la obediencia sociológica, pero es de un tipo especial. El abad, aunque elegido por sus hermanos, no recibe el cargo de sus manos. Es ante todo  en medio de los hermanos, el ejecutor de las órdenes de  Dios. Benito lo llama vicario de Cristo,  pastor, padre de familia, procurador de la casa de Dios, siervo del Señor. Su misión  le recuerda que es  ardua, pues tiene guiar almas y adaptarse a las disposiciones de cada uno.
En el seno de la  iglesia monástica, la gracia de estado que rige la obediencia no se encuentra solamente y principalmente en el discípulo como se decía de la obediencia profética.
La obediencia cenobítica en la que quedan los componentes sociológicos plenamente respetados, está  no obstante marcada por el carisma. Sin anular las presiones sociológicas que afloran en ella, expresa un aspecto fundamental de la comunidad: la cohesión interna. La comunidad está al servicio de esta cohesión. Todos los aspectos de la obediencia espiritual están contenidos y  recapitulados  en el bien común de esa comunidad de monjes, reunidos por amor de Cristo y del patrimonio que allí se trasmite.
Si la obediencia sociológica existe necesariamente en el seno del grupo monástico, su única finalidad es desarrollar plenamente el carisma de la obediencia. De hecho Benito resalta que el abad es responsable, no solo de las órdenes impartidas, sino también de la obediencia de sus discípulos. La autoridad monástica está al servicio del carisma de cada monje.

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