Hasta ahora hemos tratado de resaltar lo que distingue la obediencia plenamente espiritual o carismática, de la obediencia sociológica. Es esencial hacer esta distinción
Pero cuando se vive comunitariamente el misterio de la obediencia, se manifiesta una nueva dimensión muy importante; el grupo de hermanos, no es solo un fenómeno sociológico sino también el Cuerpo de Cristo.
Benito define la comunidad monástica con la palabra “congregación”. Es la que emplea la Biblia latina para denominar a la asamblea del Pueblo de Dios en el desierto.
Y al frente de la comunidad se encuentra necesariamente la cabeza, símbolo de Cristo en persona. El grupo de hermanos tiene consistencia real, de tal manera que no se puede separar de él sin una vocación especial (RB 1) Ser separado del grupo por la excomunión es la penitencia más grave. Existe la estabilidad en la congregación, de la que Benito hace el rasgo distintivo de sus monjes.
Este grupo está fuertemente estructurado con su estilo de vida, separación del mundo, sus horarios, sus objetivos comunes, liturgia.
Aquí aparece necesariamente la obediencia sociológica, pero es de un tipo especial. El abad, aunque elegido por sus hermanos, no recibe el cargo de sus manos. Es ante todo en medio de los hermanos, el ejecutor de las órdenes de Dios. Benito lo llama vicario de Cristo, pastor, padre de familia, procurador de la casa de Dios, siervo del Señor. Su misión le recuerda que es ardua, pues tiene guiar almas y adaptarse a las disposiciones de cada uno.
En el seno de la iglesia monástica, la gracia de estado que rige la obediencia no se encuentra solamente y principalmente en el discípulo como se decía de la obediencia profética.
La obediencia cenobítica en la que quedan los componentes sociológicos plenamente respetados, está no obstante marcada por el carisma. Sin anular las presiones sociológicas que afloran en ella, expresa un aspecto fundamental de la comunidad: la cohesión interna. La comunidad está al servicio de esta cohesión. Todos los aspectos de la obediencia espiritual están contenidos y recapitulados en el bien común de esa comunidad de monjes, reunidos por amor de Cristo y del patrimonio que allí se trasmite.
Si la obediencia sociológica existe necesariamente en el seno del grupo monástico, su única finalidad es desarrollar plenamente el carisma de la obediencia. De hecho Benito resalta que el abad es responsable, no solo de las órdenes impartidas, sino también de la obediencia de sus discípulos. La autoridad monástica está al servicio del carisma de cada monje.
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