253.- De la obediencia (5)

publicado en: Capítulo V | 0

Habiendo intentado sentar bien el fundamento bíblico o cristológico de la obediencia cristiana, veamos  dos modos o facetas de vivir la obediencia.
Si leemos atentamente el PC 14, podemos distinguir dos facetas de la obediencia. Lo primero que hay que advertir sobre  el contenido de este número es que hay que leerlo entero. Por leerlo solo una mitad, ha sido origen de muchas discusiones.
Hay una parte que hace referencia a cómo los religiosos tienen que vivir la obediencia y otra que señala el modo como deben ejercer la autoridad  los  superiores y con frecuencia los religiosos se fijan en la parte de los superiores y los superiores resaltan lo correspondiente a los  súbditos. Pero la Iglesia ha redactado todo entero y eso es lo que hay que leer con atención.
Hay dos motivaciones o tipos de obediencia. La obediencia holocausto y la obediencia servicio.
Comienza diciendo:”La propia entrega de su propia voluntad como SACRIFICIO  a Dios”. Hace referencia a la obediencia que he llamado de holocausto. Y más adelante dice: “Los superiores ejerzan la autoridad con espíritu de SERVICIO”. Obediencia servicio y lo especifica algo más cuando dice:”todos los  miembros tiendan a una colaboración obediente, activa y responsable”. Por tanto hay que compaginar estos dos  caracteres de la obediencia.
La obediencia holocausto mira a la santificación personal. Pero si se acentúa excesivamente este aspecto, podemos convertirla en una caricatura de la verdadera obediencia. Tendría por efecto extinguir el juicio y la reflexión,  y sin estos ya no se obra como persona. Todo acto, para que sea bueno o malo,  es preciso que se haga desde la persona. De no ser así, el religioso sería como un robot  que le marcan  un programa y lo ejecuta puntualmente sin discernir si obra bien o mal. Sin prestar ninguna ayuda por su reflexión.
Una obediencia así deformada, tiene la culpa de las sátiras que algunas veces se hace de la obediencia religiosa. Se cuenta de aquel abad Stenute, que tenía los  monjes tan obedientes, que al llegar al comedor, les decía que ya habían comido y se marchaban ya satisfechos, sin necesidad de comer.
Alguna literatura ha puesto esta obediencia como un ideal. Así las anécdotas que nos cuenta el P. Rodríguez sobre la obediencia ciega. ¿Qué decir de ella? Casi todas estas anécdotas están tomadas de Casiano, que a su vez las ha tomado, no de la realidad, sino de una literatura  de su tiempo, que fue sucesora de la literatura martirial. No son hechos verdaderos, sino leyendas  muy del agrado de aquella época y que sucedieron a las leyendas martiriales, que son distintas de la actas de los mártires y que son fáciles de discernir.
 Cuando terminó la era de los mártires comenzó una literatura cuyo primer ejemplar quizás fue la “Vita Antonii”, de S. Atanasio. Los demonios persiguen a los monjes bajo los más variados aspectos. En toda esta clase de literatura  aparecen los ejemplos de obediencia ciega. Pero un acto humano tan ciegamente hecho no puede ser virtuoso, pues le falta el conocimiento y la voluntad. Y  faltando estas, la persona no es responsable de esa acción y por tanto no es meritoria.
En cuanto  a la obediencia servicio, mira más bien al provecho de la comunidad, aislada de la de holocausto, es tanbien una  desviación por quedar vacía de contenido sobrenatural.
Se comenzó hablando de esta obediencia  con motivo de la invasión de Francia por los alemanes en 1942. Se decía que obedecer es hacer un servicio. Como obedecer a los alemanes, fuerza de ocupación, no era un servicio a la patria, por consiguiente no había que obedecer.
Terminada  la guerra, esta teoría saltó al campo eclesiástico. Y la primera manifestación fue con ocasión del uso de latín. Estaba mandado  que los sacramentos se administrasen en latín. Como esto no hacia ninguna servicio a los fiel, se dedujo  que no obligaba la utilización del latín. Lo mismo sucedió con los sacerdotes  obreros. Aunque prohibido, siguieron adelante. Por los años 1940 – 50, aparecieron en las revistas muchos artículos exponiendo esta obediencia que mira más a la utilidad  del grupo que a la santificación personal.
Tomada de un modo absoluto, vacía de todo sentido sobrenatural a la obediencia cristina.  No es que  tengamos que olvidar este aspecto. Pablo se preocupaba de él, cuando decía que no quería estar dando golpes al aire. Una obediencia responsable, que se fija en el provecho que pueda reportar, es distinta  de este último tipo de obediencia servicio.
El ideal está en la unión de estos dos tipos y que podemos llamar  obediencia comunión. La comunión tiene un aspecto de sacrificio, de inmolación de los propios criterios por amor a Cristo y de servicio, obediencia responsable, dialogando  para poder mejor servir o ejecutar la voluntad de Dios. Así  actuó María, que pregunta al ángel como puede suceder aquello que le está proponiendo, no para poner dificultades, sin para mejor  cumplir la voluntad de Dios.
Sin un gran amor a Cristo que nos haga olvidar el amor propio, no podremos seguir a Cristo obediente. Si falta, la vida del monje es una farsa, y por lo tanto un vació intolerable por dentro que impide gozar de esa felicidad que Jesús promete al que le sigue.

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