Terminado el examen del texto de S. Benito sobre la obediencia, es interesante resaltar el fundamento bíblico en su conjunto, tal como aparece en este capitulo
La doctrina sobre la obediencia la fundamenta en tres textos bíblicos. El primero en el salmo 17,45, “Nada más escucharme, me obedeció”.
En este primer texto Cristo se alegra de la pronta obediencia del monje. “Nada más escucharme.” En realidad a quien escucha el monje es al superior. Pero en la mente de S. Benito y según el cap. 2,2, el abad es el “vicario de Cristo” y quien escucha y obedece al abad, escucha y obedece a Cristo.
Como se ve es una aplicación acomodaticia del versículo del salmo, aunque probablemente para S. Benito y sus contemporáneos acostumbrados a oír a Cristo expresándose en el salterio, tuviera un valor de mucho mas peso, que para nosotros que estamos como saturados de exégesis literal.
Los otros dos texto, podemos decir que son clave: el de Lucas y de Juan.
Lucas en 10,16 dice:”Quien a vosotros escucha, a mi me escucha”, frase que la RB cita en los párrafos 6 y 15. En el primero lo aplica a los “doctores”, en el segundo a los superiores. El abad según la RB habla de dos maneras en nombre de Cristo. En calidad de “maestro” y en calidad de “superior”.
Nos podemos preguntar con qué derecho se aplica al abad un texto que Jesús dirige, no a unos hipotéticos doctores o superiores religiosos, sino que lo dirige a sus discípulos enviados a predicar en su nombre.
Es de notar que Casiano nunca se sirve de este texto para fundamentar la obediencia monástica. Pero para él resulta evidente la legitimidad de los ancianos como representes de Cristo, sea debido a su teoría de los orígenes apostólicos de cenobitismo, sea como parece más probable, a causa del carisma que los ancianos poseían.
Para S. Benito como para el Maestro, les basta que el abad sea un auténtico doctor, es decir uno de los pastores que rigen una comunidad cristina, sea esta iglesia o monasterio, para que la promesa de Cristo se realice en su persona.
El texto de Juan 6,38, dice:”No he venido a hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envió”. Este texto tiene un carácter enteramente diverso. El Señor en este texto no manda, sino que obedece. Y esta frase se aduce como ejemplo de obediencia. Los tratadistas de espiritualidad monástica la citan a porfía: Basilio, Casiano, Fausto de Riez…Es de advertir que tienen una variante en el texto evangélico diciendo “non venit” en lugar de “descendit de coelo”. Esto demuestra el carácter tradicional de esta cita.
Por estos textos vemos como la RB hace resaltar la figura de Cristo como aquel a quien se obedece aduciendo el texto de Lucas en 10 y 16, y a la vez como aquel a quien se imita obedeciendo en el texto de Juan. O sea Cristo representado a la vez por el abad que ordena y por el monje que cumple lo ordenado.
Ambos aspectos de la obediencia, mandar y obedecer, tiene su fundamento último en Cristo, pues el abad no podría exigir una obediencia absoluta sin estar autorizado por Cristo. Y por otra parte, la obediencia que se le presta no es menos cristológica, ya que está inspirada en el amor a Cristo (2) y en imitación de Cristo. (13)
“Cristo parece por tanto en el maestro como en el monje, puesto que es el mismo, el Logos que legisla y el Siervo humillado.” (H U von Balthasar)
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