247.-Obediencia gozosa.

publicado en: Capítulo V | 0

 Y los discípulos  deben ofrecerla de buen grado, porque Dios ama al que da con alegría. (5,16)

S. Benito después de indicar las notas que hay que evitar en la obediencia  para que sea grata a Dios y señala con un tinte de humanidad, dulce a los hombres, indica las disposiciones positivas, agrado y contento, y el motivo que argumenta, es porque Dios ama al que da con alegría.
“Cum bono animo”, de buen grado, pensamiento importante que intenta penetrar  hasta el corazón del monje
El superior no ve el interior y se le puede engañar. La mirada de Dios por el contrario entra hasta lo más hondo del ser humano y ve las disposiciones de la voluntad.
La obediencia exterior no basta en el plano espiritual, si el acto no va acompañado de la buena voluntad profunda y sincera del que obedece. La obediencia aquí se interioriza y alcanza los senos más íntimos de la persona.
De todos los defectos que desvirtúan e incluso aniquilan el valor de la obediencia  y por consiguiente deben evitarse a toda costa, el peor  como ya dijimos últimamente, es la murmuración, pues llega incluso a destruir la mejores comunidades si algún hermano da pábulo a este mal  y es lo más contrario a la disposición que quiere S. Benito que tenga su discípulo: “bono animo”.
Se pueden tener grandes revueltas interiores. Pero la voluntad es la señora  y niega todas las salidas al malhumor y la murmuración. El alma permanece tranquila en  la parte superior.
Cierto que es un grado el menos perfecto, `pero a veces es muy meritorio, y el Señor puede permitir  que pasemos largo tiempo en estas repugnancias para purificarnos y así también acrecentar la virtud. No hay que desfallecer, no exhorta S. Benito y un día nos sentiremos dichosos de haber podido sufrir un poco.
Una religiosa que había obedecido cordialmente durante toda su vida a pesar de horribles repugnancias, exclamaba a en la hora de la muerte: “Dios mío voy a comenzar a gustar las dulzuras de hacer vuestra voluntad, pues bien poco las he gustado  durante mi vida.”
El amor es el tinte más brillante de la obediencia monástica del hijo de S. Benito. El monje obedece por amor. La obediencia le emancipa de la tiranía de  la propia voluntad y le pone en el camino seguro de paz y mérito, de virtud.  Obedecer por amor a Dios, no por las cualidades que pueda  encontrar en el superior.  Y juntamente, obedecer con alegría:”bono animo”. Se trata de una alegría sobrenatural que tiene su principio  no en las satisfacciones de la naturaleza, sino en el cumplimiento de la voluntad de Dios
La razón que nos propone S. Benito para obedecer con alegría es porque Dios ama al que se entrega con alegría, como dice la Escritura. Cuanto más gozoso es el sacrificio, más agrada a Dios  porque la alegría es el fruto del amor.
Aun  en las repugnancias que puedan encontrarse en el fondo del corazón, nunca deja de enjugar nuestras lágrimas con sus consuelos.
Después de la paciencia en la prueba, se apodera del alma un vigor sobrenatural y  encuentra delicias incluso en la renuncia. Así lo afirmará en el 4º grado de humildad. Cuando más crecen las dificultades, más aumenta la  alegría. Heridos en una mejilla, presentan a otra. Llamados  a un sacrificio, se corre a un segundo.
El Señor es el que enseña el camino que conduce a esta alegría divina, y da fuerzas para caminar generosamente por esta senda.

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