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Seguimos examinando el texto benedictino como primer paso para reflexionar sobre la obediencia. Ya hemos visto que en la tradición monástica se daba una prioridad a la obediencia en la vida espiritual del monje, ya que supone la humildad fundamento de toda virtud.
Sin la base de la obediencia, no puede esperarse la victoria sobre los vicios. Esta doctrina es de las más constantes en toda la tracción monástica.
La espiritualidad cenobítica considera la obediencia como elemento primordial, como base de la comunidad.
El primer deber de los monjes, escribe S. Jerónimo a los cenobitas de Egipto, es obedecer a sus superiores y hacer cuanto se les manda. Esta es la primera de todas las virtudes, anota Sulpicio Severo, obedecer el mandato ajeno.
La RB se une a este coro tradicional, y proclama solemnemente que la obediencia sin demora, entusiasta, de los que no conciben nada más amable que Cristo, constituye la manifestación primera y más excelente de la humildad, esto es de la vida monástica auténtica, pues como veremos más adelante, humildad y monacato son prácticamente sinónimos. El amor a Cristo destaca como el principal motivo de la obediencia. No es una idea nueva, pues ya se advirtió en el prólogo que se empuñan las gloriosas armas de la obediencia para miliar bajo el estandarte de Cristo, verdadero Rey.
Pero pueden darse y la RB lo reconoce, otras razones menos elevadas, aunque poderosas: el servicio santo que se profesado, el temor del infierno, y el deseo de cielo. A la que se suman más adelante, la fe, el temor de Dios el anhelo de caminar hacia la vida eterna, que es otra forma de expresar el deseo del cielo.
Sea cual fuere el motivo, la obediencia posee en la RB esta primera característica: la prontitud, la rapidez, la simultaneidad de la orden del superior y el cumplimiento por parte del monje lo que se inculca con frases muy expresivas.
Este capitulo de la Obediencia de RB es un simple compendio de la RM, no ha dado de lado ninguna de las tres partes consecutivas del largo tratado de la RM en su cap. 7 sobre la obediencia.
Encontramos una breve alusión a la obediencia pronta, luego una evocación de la obediencia cenobítica a ejemplo de Cristo y finalmente una enumeración de las cualidades, sobre todo interiores, que debe tener la obediencia.
El hecho de haber conservado la RB las dos frases del evangelio que fundamente más profundamente la doctrina de la RM: “el que a vosotros escucha a mi me escucha” (Luc 10,16) y “no vine a hacer mi voluntad si no la de aquel que me envió”, (Jh. 6,38) no es el menor de los méritos de este compendio que hace la RB. Obedecer como a Cristo, obedecer como Cristo. Estos dos aspectos de la obediencia se deducen de estos dos textos evangélicos.
Aunque sea legitimo distinguir estos dos tipos de obediencia y ver sus interferencias, hemos de reconocer que ni la RM ni la RB hacen esta distinción.
La doctrina de la RM sobre la obediencia no está encerrada en un capítulo. Este capitulo 7 de la RM, de “cómo ha de ser la obediencia de los discípulos, aunque muy largo, prácticamente no habla más que de las cualidades de la obediencia de acuerdo con su título.
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