419.-Vigilancia en tiempo de lectura

publicado en: Capítulo XLVIII | 0

 Es muy necesario designar a uno o dos ancianos que recorran el monasterio durante las horas en que los hermanos están en la lectura. Su misión es observar si algún hermano, llevado de la acedia, en vez de  darse a la lectura, se da al ocio o a la charlatanería, con lo cual se perjudica no sólo a sí mismo sino que distrae a los demás. 48, 17-18.

Dedicar  tres horas seguidas a la lectio divina implicaría para muchos monjes un verdadero esfuerzo penitencial, ya que eran hijos de una época en el que el cultivo de las letras, se encontraba lamentablemente descuidado.
Es significativo que S. Benito se acuerde en este momento de legislar sobre la vigilancia  que debe ejercerse durante la lectura para mantener a los perezosos y charlatanes atentos a sus libros.
No se trata de una disposición referente sólo a la lectura cuaresmal, como teníamos prescrito en nuestros usos, sino que a lo largo de todo el año, uno o dos ancianos debían recorrer el monasterio mientras los hermanos  se dedicaban o decían dedicarse a la lectio.
Esto prueba que no leían en una habitación común, todos juntos, sino que cada uno tomaba su códice y se instalaba donde mejor le parecía. Esto parece lógico pues como ya he dicho, el hombre antiguo leía pronunciando  lo que leía.
En estas circunstancias, pudiera darse algunos monjes que se dedicasen a lo que no debía, perdiese el tiempo en bagatelas o charlatanería con detrimento de la disciplina y del aprovechamiento de los otros.
S. Benito califica de acediosus  al hermano que se portase de este modo. Acediosus quiere decir víctima de la acedia, tan temida por los monjes.
Es la única vez que aparece este término en la RB,  lo que resulta un tanto extraño, dada su difusión en los ambientes monásticos.
Acedia, literalmente  significa falta de cuidado, incuria, tiene una larga historia profana, aunque no fuera muy usada. Su sentido en los clásicos griegos es un tanto difícil de precisar, pues denota un estado de espíritu que tanto puede ser  positivo como negativo.
Entre los monjes adquirió pronto la categoría de término técnico. Forma  parte de la famosa clasificación de los logismoi debido a Evaglio Póntico que Casiano trasmitirá al mundo latino bajo el título de los ocho vicios capitales o principales.
Entre los logismoi ocupa la acedía un lugar preferente. Es una enfermedad del espíritu compuesta de inquietud, tedio, desazón interior, disgusto, desaliento, desdén, murmuración, sopor, pereza…Tanto Evaglio  como Casiano la analizaron con precisión  clínica.
 Para los antiguos, era la tentación por excelencia de los anacoretas, el demonio del mediodía, que atacaba  sobre todo a la mitad de la jornada. Por lo que se ve, a los cenobitas los atacaba durante la lectio divina, es decir cuando se encontraban  más solos, cuando se parecían más a los anacoretas.
Casiano nota como la acedia  no permite aplicarse a la lectura. El atacado de tal enfermedad será reprendido hasta dos veces y luego  castigado para escarmiento de los demás.
También en este capítulo da a entender que el tiempo de lectura no era apropiado para hablar los hermanos entre sí. El tiempo de lectura está dedicado  hablar con Dios, a escuchar y profundizar su palabra.
Esta disposición sobre la vigilancia choca con la sensibilidad actual. La pedagogía de S. Benito, tal como ya se explicó cuando tratamos del código penal,  no se puede entender sin tener  en cuenta el nivel humano y social de los destinatarios de la regla, es decir  el contexto histórico que les rodeaba.
Nosotros tenemos que traducir las actitudes fundamentales de S. Benito en una atención  personal a cada uno de los hermanos, animar a cada  uno a ser consecuente con la opción monástica, procurando que  las personas se responsabilicen de modo que sean capaces de una fidelidad libre y creadora, sin necesidad de una vigilancia que podría resultar infantilizadora para el hombre de hoy.
La experiencia enseña que si no se pone el remedio necesario, la infidelidad habitual a la lectio divina es el origen de muchos fracasos en la vida de los monjes y de  la decadencia de las comunidades monásticas. Sin el alimento constante de la fe y del deseo de Dios, la vida del monje se convierte en insignificante y vana, vacía de contenido.
El P. General en la conferencia al C.G. expresó muy claramente como la vida del monje puede convertirse en vana y vacía de contenido. El contexto de su afirmación es así:”Siendo la búsqueda de Dios el fin último  de nuestra existencia, nuestra vida es de gran sencillez.
 El hecho de tener una sola preocupación es el sentido primero y más profundo de la palabra monachus.
 La finalidad de este querere Deum es el encuentro con Dios. Toda nuestra vida es un camino hacía este fin. El camino monástico está caracterizado por un cierto número de medios. Entre los principales habrá que enumerar  los siguientes: oración silenciosa y continua, oración litúrgica centrada en la eucaristía, lectio divina, la ascesis del ayuno, de las vigilias, del trabajo, de la pobreza voluntaria…todo en un clima de soledad y silencio.
 Nosotros, monjes cistercienses encontramos todos estos medios claramente presentados y legislados en la regla de S. Benito (en cuanto encarnación del evangelio) y en las Constituciones (como interpretación vivencial de dicha regla). En estos documentos encontramos algo más, el fin que nos ha de animar en nuestro diario peregrinar.
Sabemos que estos medios no son más que medios. Son constitutivos de la vida monástica, necesarios a la misma, pero no son el elemento esencial de ella, ni el alma que la anima: la búsqueda y el encuentro con Dios.
Estos medios constitutivos se encarnan en prácticas concretas. Estas prácticas pueden diferir de una a otra tradición y evolucionar a lo largo del tiempo…
En resumidas cuentas, es evidente que para todo buscador de Dios, lo más importante es el encuentro con El. Es  precisamente dicho encuentro el que paga con creces las penas y trabajos de la búsqueda. En otros términos, la vida monástica carece de sentido sin la unión mística y contemplativa con el Dios que llama, purifica, desposa y trasforma”. Esta última frase es la que quería resaltar dentro de su contexto para mejor entenderla.
Las disposiciones   que nos resultan chocantes en la Regla, se ha de convertir en una llamada de alerta, para superar la incoherencia e inmadurez que puede camuflarse bajo nuestra autosuficiencia de hombres pretendidamente adultos.

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