400.- El silencio después de completas.

publicado en: Capítulo XLII | 0

En todo tiempo han de cultivar los monjes el silencio, pero muy especialmente en las horas de la noche. 42, 1.

El día del  monje está llegando a su fin. Ya ha celebrado el oficio de Vísperas, ha tomado la cena si no es día de ayuno y en cuaresma ha tomado la única refección de la jornada. En este capítulo va a reglamentar los últimos actos comunitarios del día que termina.
Con una sentencia expresiva comienza este pequeño tratado: “Que nadie hable después de completas”. Este título solamente cubre parte del contenido de este capítulo.
Es de notar que la palabra empleada en este capítulo es “silentium” no “taciturnitas”. Silentium tiene un sentido más enérgico, más absoluto. No se trata de hablar poco y bien, sino que se trata de callar, de no hablar.
La RB  muestra un interés especial para conseguir al fin de la jornada  un habiente  que favorezca tanto  la profundización del espíritu como el descanso corporal. Por esto recuerda la estima que  el monje debe tener  por el silencio de acuerdo con la doctrina  expuesta en el capítulo sexto.
El silencio sobre todo en este momento, tiene dos funciones. En primer efecto del silencio exterior es favorecer la paz interior, y en segundo lugar el proporcionar la calma  que permite al oído del corazón escuchar en estas horas nocturnos al Señor que “no está en el huracán”. Pero como quiere que con la noche descanse tanto nuestro espíritu como nuestro cuerpo, quiere enviar a sus monjes a descansar con la guía de la palabra de Dios. Por esto inmediatamente deja la referencia al silencio para abordar otros dos temas íntimamente relacionados entre sí. El de la lectura  que precede a las completas, y la reunión de toda la comunidad en este momento.
Es evidente la importancia que S. Benito concede a esta lectura vespertina hecha en común. No es por tanto para dar ocasión a que los hermanos  se reúnan.
Con la finalidad de proporcionar al silencio nocturno un contenido sustancioso, establece  que le preceda una lectura comunitaria, preferentemente de temas monásticos: las Colaciones de Casiano, que como es bien sabido están redactadas en forma de 24 conferencias o entrevistas  sostenidas  por Casiano y su amigo Germán a algunos  Padres más famosos del desierto de Egipto y que  se publicaron a lo largo de los años 425-29 y que constituyen el acerbo doctrinal más importante del monacato antiguo redactado en latín, y las “Vidas de los Padres” que son una colección de obras monásticas traducidas al latín y que fueron  ampliándose en el correr de los años, o alguna otra obra  que edifique a los oyentes. No excluye otros libros con tal que edifiquen a los oyentes. Como en otros pasajes de la  Regla la lectura pública y la edificación de los oyentes están unidas. Se lee para edificar a los presentes, no simplemente para llenar este espacio de tiempo en el que se aguardaba a los que estaban ausentes por sus diversos trabajos.

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