397.- Moderación en la bebida.

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Más si por las circunstancias del lugar donde viven, o por el trabajo, o por el calor del verano se necesita algo más, lo dejamos a la discreción del superior, con tal de que jamás se de lugar a la saciedad o a la embriaguez. 40,5.

En la RM en este capítulo lo mismo que en el capítulo de la comida, los suplementos  son considerados como una señal de alegría, por eso señala  como motivos, las fiestas, los domingos o las visitas, mientras que en la RB señala como causa de estos suplementos una necesidad práctica. Costumbre de la región donde está el monasterio,  trabajo prolongado, el calor del verano.
S. Benito pone en guardia  para no caer en la saciedad o embriaguez con un razonamiento a fortiori. Según la apotema citado, el vino no conviene de  ninguna manera a los monjes, beber hasta la saciedad es inadmisible  con mayor razón. Este razonamiento ya lo empleó en el capítulo anterior cuando afirmaba que la saciedad es impropia de todo cristiano, y por tanto con mayor razón es impropia del monje. No es que establezca una progresión entre dos categorías de personas, el cristiano y el monje, ya que ambos están obligados a evitar los excesos en la comida. Pero tratándose de la abstinencia del vino, para unos es relativa, mientras que para los monjes, según alguna tradición, es absoluta.
El pensamiento de Benito respecto al tema del uso del vino por los monjes, lo podemos colegir de sus vacilaciones y escrúpulos ya que no le parece bien que los monjes beban vino, pero como hombre práctico según Jesucristo, acepta las cosas como son  en realidad, y no solamente concede  la emina (un litro) diaria, sino que permite aumentarla  por decisión del superior por las circunstancias antes señaladas.
En esto como en todo S. Benito manifiesta su discreción habitual, pero no deja de señalar que los monjes que beben vino, se encuentran  lejos del primitivo ideal monástico y cita un apotema que sin duda había leído en la traducción latina de la vida de Pelagio, dándole un alcance universal de que el vino es impropio de monjes. De hecho en ningún apotema se ordena que los monjes no beban vino, la sentencia  citada aquí se atribuye a un anacoreta abstemio, que aseguraba que el vino no conviene al monje. S. Benito viene a decir que si no somos capaces de practicarlo, que a lo menos practiquemos la norma de S. Basilio en la Regla 9, no bebiendo hasta la saciedad. En realidad Basilio en ese lugar solo se refería al alimento, pero tiene igual o mayor aplicación a la bebida.
En suma, ya que la abstinencia total es de pocos, hay que evitar a toda costa la ebrietas y la sacietas. Contentarse con lo suficiente (3)
Y termina el capítulo exhortando a que si por alguna causa no pueden tener vino, bendigan a Dios en lugar de murmurar. Más que técnicas artificiosas, recomienda una actitud profunda de agradecimiento a Dios, gracias a la cual asumimos con alegría  las circunstancias más diversas de la vida. El es el que libera nuestro corazón de toda idolatría, es Él el que nos llena de toda felicidad, de tal manera que no necesitamos ir a mendigar la felicidad  en las cosas que nos dan o nos hacen, como si fuéramos unos  eternos adolescentes.
A través de esta actitud fundamental vemos cuan importante es el gesto gratuito de renuncia  como signo y alimento constante del corazón para mantenerlo abierto a Dios y a los hermanos.
En las antípodas de esta actitud, aparece como un mal endémico la murmuración, verdadera carcoma  para toda convivencia humana. S. Benito advierte de este peligro repetidas veces  a lo largo de la Regla.
En el 4º grado de humildad nos ha presentado el camino para  superar toda dificultad; “Todo esto lo superamos gracias a Aquel que nos amó” (7,39) 

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