Reinará allí un silencio absoluto, de modo que no se perciba rumor alguno ni otra voz que no sea la del lector.38, 5
Mientras comen los monjes deben guardar absoluto silencio. La RB insiste en ello previendo y solucionando de antemano algún caso en el que el hablar podría aparecer como necesario o al menos conveniente. Pero si hay que pedir alguna cosa, se harán por señas. No se hará ninguna pregunta, para no dar lugar a la tentación dice S. Benito ¿A qué tentación se refiere aquí? Probablemente a la de seguir hablando.
Hablar, en la mente de S. Benito, es exponerse fácilmente a pecar. No hay más que recordar su doctrina sobre la taciturnidad.
Solamente el superior está autorizado a decir algo que pueda edificar a los hermanos mientras comen, pero con pocas palabras.
Hasta este punto, la RM y la RB han tenido un camino semejante, ahora se separan. Este párrafo de Benito sobre el silencio en el comedor, no se encuentra en el Maestro.
Las pequeñas prescripciones para garantizar el silencio durante la lectura: la actitud de servicio de unos con otros, el pedir por señas lo que falte, ya estaban presentes en la tradición monástica, sorprende que no se encuentren en la RM.
El punto de partida de esta tradición del silencio en el comedor, es la regla de S. Pacomio, mandaba que si alguna cosa falta en la mesa, ningún hermano se atreva a hablar, sino que el jefe de la decanía hiciese una señal al servidor. Casiano encarece en su regla que esta petición se haga con una señal. El jefe de la decanía es el único que puede hacer esta reclamación. Gracias a esto, un gran silencio reina durante la comida. ¡Tantos hombres juntos y no se dicen una sola palabra! (Inst. 4,17)
Ni Pacomio niCasiano al exigir el silencio en el comedor, hacen referencia a la lectura, ya que como hemos dicho era desconocida por Pacomio. Recordemos que la lectura en la comida la practicaron los monjes capadocios, no los egipcios. No obstante la ausencia de cualquier lectura, los monjes egipcios observaban silencio durante la comida.
En cuanto a los capadocios la lectura fue adoptada para evitar las conversaciones y discusiones. Tal es al menos la interpretación que Casiano da a este uso, y solo le da una importancia secundaria a la finalidad primitiva de la lectura que es instruir y edificar.
S. Agustín da la primacía a la motivación a edificar, y por tanto el silencio en las comidas era para poder satisfacer esta necesidad espiritual y que a la vez evitaba discusiones. S. Agustín y su Ordo sirven de base a las sus reglas de Cesáreo de Arles. Cesáreo ordenan comer en silencio para escuchar la lectura, pero prevé que se pueda suspender la lectura y que los hermanos sigan en silencio meditando.
Las últimas muestras de la tradición del silencio en el comedor, las tenemos en Isidoro y Fructuoso. No siguen las reglas de Agustín ni de Cesáreo, pero tienen una frase tomada de la regla de los Cuatro Padres. Dice:”En la mesa a nadie se le permita hablar, a menos de ser interrogado.” Esta última frase llama la atención.
En la regla de los cuatro Padres, tratando de la comida con los huéspedes, dice que nadie podrá hablar, escuchando solo la palabra divina en la lectura. Por esto los superiores pueden permitir algunas palabras en vista a la edificación de los comensales. Isidoro y Fructuoso no hacen referencia a esta intervención del superior, y sólo prevén la posibilidad de alguna pregunta.
Estas son a grandes rasgos algunas prescripciones de la tradición respecto al silencio en la comida.
Si situamos la RB en el contexto de esta tradición, la primera frase de Benito, parece que depende de Casiano. “Reinará un silencio absoluto de modo que no se permita rumor alguno ni otra voz que la del lector.” Hay una sola diferencia importante entre el texto de Benito y Casiano en Inst. 4,17. Y la diferencia es que Casiano al describir el silencio en el comedor, ignora la lectura, mientras que Benito habla de escuchar la voz del lector.
La frase que dice que nadie precise pedir cosa alguna, hace pensar en Pacomio, Casiano y Cesáreo. El resto es propio de S. Benito. Quiere que un servicio mutuo y diligente evite a los hermanos tener que pedir cosa alguna. Parece ser que quiere que el servicio de las mesas esté asegurado por los semaneros. Este servicio puede calificarse de mutuo, teniendo en cuenta que se turnan todas las semanas. En el Maestro no se encuentra esta frase.
Benito no dice nada del superior a quien Cesáreo y Casiano le dan el derecho de intervenir. Vuelve a la legislación más simple y antigua, de Pacomio. Por tanto no se puede concluir que Benito utilice a Casiano.
El Maestro prevé tres circunstancias en las que se puede hablar en el comedor. El dialogo suscitado por los discípulos, la explicación del abad, el diálogo suscitado por el abad para constatar la atención a la lectura que ponen los discípulos. S. Benito solamente admite alguna palabra del Abad y no sin reticencia. Los demás casos los prohíbe formalmente.
A lo largo de la comida quiere S. Benito que los monjes se centren en dos cosas: en la lectura y en las necesidades de los que están a su lado. Se trata de una demostración de la naturaleza de la vida cristiana plasmada en un marco singular: escuchar la palabra de Dios y a la vez ser conscientes de lo que nos rodea. Lo uno sin lo otro es un cristianismo incompleto. Y nunca debemos de centrarnos en nosotros mismos bajo capa de religión.
El silencio en la mesa podemos encuadrarlo en un clima de humildad. Un pobre que se sentase en la mesa invitado por un rico no se daría aires de importancia, y el monje es el pobre alimentado con los bienes de la casa de Dios. ¿Cuáles ha de ser sus sentimientos y comportamiento sino de humildad y silencio?
El silencio y la caridad se sostienen mutuamente. Para mejor guardar el silencio la regla manda que nos sirvamos unos a otros con celo atento para que a ninguno le falate nada, de manera que no tenga que pedir cosa alguna durante la comida. Y la caridad también exige que no molestemos a nuestros hermanos impidiéndoles el escuchar la lectura. No seamos causa de disipación y turbación.
Por medio del silencio corresponderemos durante la comida a todas estas exigencias de la caridad. Si hacemos ruido, no solamente hablando, sino haciendo ruidos sin precaución, faltamos visiblemente a la caridad violando el silencio. Por la guarda del silencio en el comedor no molestamos a nadie y damos buen ejemplo. Si no guardamos silencio la lectura tendrá poco fruto. De aquí que S. Benito exija en el comedor un completo silencio. Y de aquí que nuestros Padres de Cister fuesen tan estrictos en este punto, que aún los hermanos en viaje, debían guardar silencio durante las comidas, y si no podían hacerse comprender por signos, se limitarían a decía la palabra necearía.
Basados en esta frase de S. Benito, nuestros Padres tomaron el uso de los cluniacenses sustituyendo las palabras por signos, trantando con ello de mejor vivir el espíritu de S. Benito
Termina el capítulo con un rasgo de humanidad permitiendo que el lector antes de comenzar a ejercer su oficio tome el “mixtum” es decir, vino mezclado con agua, para que no le resultase demasiado penoso permanecer en ayunas. Por ahora no nos detenemos más en este punto.
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