Este comenzara su servicio pidiendo a todos que oren por él, después de la misa y de la comunión, para que Dios aparte de él la altivez de espíritu. Digan en el oratorio este verso, comenzando por el mismo lector: “Señor ábreme los labios y mi boca proclamará tu alabanza.
36,2-3.
Hagamos alguna reflexión de algunos detalles sobre el lector tal como aparecen en la RB.
En Benito la designación del lector semanal excluye la lectura al azar en la que cualquiera, movido por su buena voluntad, pudiera tomar el libro y ponerse a leer.
Da la impresión de que Benito conoce esta práctica, pero la rechaza, para no dar ocasión a una situación que propicia cierto desorden.
Por lo que se refiere al rito de entrada del lector, se puede resaltar algunos aspectos.
Benito trata este tema en el mismo lugar que la RM, al comienzo del capítulo al establecer la lectura por turno. Las dos reglas colocan este párrafo al principio del capítulo, después de haber establecido el turno semanal.
Pero en S. Benito, la bendición del lector tiene lugar después de la misa y la comunión. Sitúa esta ceremonia dentro del oratorio.
El Maestro a su vez establece esta ceremonia al comienzo de la comida, en el mismo comedor. Casiano coloca esta oración en el dormitorio. Benito lo reserva para un lugar santo: el oratorio.
También S. Benito se aparta del Maestro en cuanto al tiempo de la bendición, un poco antes de la comida en el momento que termina la eucaristía, ya que es probable que la eucaristía precediera a la comida. Para el Maestro el lugar y tiempo le parece como algo secundario.
Una tercera nota a señalar, el motivo de la petición del lector. El motivo es diferente en las dos reglas. Según el Maestro el lector se limita a indicar que él entra en funciones. En S. Benito el lector pide oraciones por él para que Dios le aparte del espíritu de orgullo. Así se ve claramente por el contenido de su petición.
Por tanto la motivación del Maestro es incolora, mientras que la de Benito revela una preocupación espiritual.
También hay que resaltar la triple repetición de esta súplica por parte del lector. Esto es debido a una rúbrica del Oficio Divino que se encuentra en ambas reglas, al comienzo de las vigilias las dos reglas mandan recitar por tres veces este versículo. Era una práctica de devoción, como lo testifican también Casiodoro y Columbano, y que S. Benito prescribe la triple repetición de algunas fórmulas, como en los servidores de cocina o en la profesión cuando el monje canta por tres veces el “Suscipe me”.
Podemos afirmar que S. Benito ve en el lector como un verdadero predicador de la palabra de Dios, se ha preparado a su ministerio con la oración. Después de haber oído la misa y recibido la comunión, y como el diácono antes de cantar el evangelio, implora la bendición y todos oran pidiendo para él labios puros y dignos para anunciar la divina palabra y el mismo sacerdote, le bendice pidiendo que aleje el Señor de él el espíritu de soberbia que le haría perder los méritos de su acción. Después de recibir esta bendición entra en funciones.
Hoy día no practicamos este rito, pero insinúan la manera actual de vivir el lector estar normas: preparar la lectura, (no al azar) prepararse el mismo por la oración (pida a todos), leer con humildad y de una manera edificante, es decir con voz alta, clara y distinta, de suerte que sea oído por todos.
El lector puede hacer mucho bien a sus hermanos, como puede frustrarles si lo hace mal.
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