Los hermanos debe servirse mutuamente, y nadie quedará dispensado del servicio de la cocina a no ser por causa de enfermedad o por otra ocupación de mayor interés, porque con ello se consigue una mayor recompensa y caridad. (35,1-2)
La lectura de este capítulo no ofrece mayor dificultad. Su plan es bastante coherente. A las normas generales del servicio de la cocina v 1-6, se añade sumariamente los ritos con los que terminan la semana el sábado, entre los que se destaca el lavatorio de los pies 7-11, y la salida y entrada de nuevos servidores el domingo después de Laúdes. 15-18.
Son ceremonias sobrias, pero elocuentes observadas hasta la reforma del Vat. II, que subrayan el espíritu religioso y el amor fraterno que tienen que animar todos los actos de los monjes y de la importancia que tiene este servicio diario, rutinario sin relieve alguno.
Las únicas dificultades de interpretación se presenta en el inciso sobre el suplemento de pan y vino concedido a los semaneros, 13-14, ya que su situación entre ambos rituales es anormal y hace pensar en una interpolación. Pudiera tratarse de una añadidura inspiradas por las reglas de S. Cesáreo de Arles y de S. Agustín.
La exigencia de una hora antes de la comida, no parece dudosa. Se refería a los días en los que comía una sola vez.
La palabra missas no indican las preces que preceden inmediatamente a la comunión en la liturgia eucarística, sino a las preces de acción de gracias al final de la comida.
La RB buscando el bien espiritual de los monjes, se ocupa de las disposiciones internas de los servidores y las condiciones concretas de su trabajo. Esto es el origen de las dispensas, de los ayudantes y de suplentes a los servidores, a fin de evitar la tristeza y la murmuración.
El tratado de la RB en estos capítulos, manifiesta un rostro muy humano muy diferente del minucioso y pintoresco reglamento de la RM.
Comparado con el Maestro, Benito da pocas precisiones reglamentarias. Se preocupa más de detallar el espíritu que ha de acompañar a estas observancias que de detallarlas.
El orden de los ritos que tanto aprecia la RM, da lugar en la RB a su preocupación dominante: el bien de las almas. Influenciado por S. Agustín se interesa por las diferencias individuales, por los sentimientos íntimos, por las relaciones mutuas de las almas. Se presiente ya aquí lo que se manifestará claramente al final de la regla, al tratar del orden de los monjes y en el apéndice al tratar de la obediencia en las cosas imposibles y del buen celo.
El conjunto de los cap. 31 al 41 como ya hemos indicado estan llenos de humanidad, pero profundizando en ellos, encontramos una doctrina de gran interés para la vida cenobítica y de sus estructuras.
Servir es la primera consigna que se desprende es estas páginas. Bajo las dos fórmulas latinas que se presenta: ministrare y servire con sus derivados, traducen un verbo griego diferente en los dos grandes textos paulinos, a los que el mismo Benito se refiere explícitamente o implícitamente.
Ministrare, (diakonei), es el servicio oficial del diácono que en la regla se evoca a propósito del mayordomo. Servire, (douleuein) es la servidumbre espontánea, el servicio mutuo de los cristianos a la que Benito alude para caracterizar la tarea de los semaneros de cocina.
El servicio de los semaneros, es no solamente mutuo y por turno, sino también reglamentario y oficial. Por ello lo llama ministerio en este cap. 35. “Los que ejercen bien su servicio alcanzan un puesto honroso” Tim 3, 13. “Servios con amor unos a otros” Gal 5,13.
Estas son los dos fundamentos bíblicos que a juicio de Benito, fundamentan las funciones del mayordomo y de los semaneros de cocina, del enfermero, de todo los que tienen alguna responsabilidad en el monasterio.
La recomendación de servir por amor los unos a los otros hace pensar en el lavatorio de los pies en la Última Cena. Una serie de palabras explícitas relaciona el gesto de Jesús con la caridad con la que ha amado a sus discípulos y estos son llamados a actuar de la misma manera, con el mismo espíritu.
Notemos que tanto en Benito como en Casiano, el lavatorio de los pies es justamente el rito con el cual los semaneros de cocina terminan su semana. De este modo su servicio aparece como imitación de Cristo y como obediencia a su mandamiento.
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