379. Atención a las necesidades particulares.

publicado en: Capítulo XXXIV | 0

 Por eso el que necesite menos, de gracias a Dios y no se entristezca, pero el que necesite más humíllese por su flaqueza y no se enorgullezca por las atenciones que le prodigan. (34,3-4)

S. Benito quiere interpretar el evangelio en una forma concreta para una comunidad monástica, indicando como debe ser el modo de vivir de un conjunto de monjes que quieren vivir en común cristianamente. No piensa que la única forma de vivir  según el evangelio, sea el seguimiento de su regla. Existen otras modalidades de vivir  según el evangelio, pero a Benito le interesa la concretización  del   evangelio en un modo de vivir muy determinado.
La medicina antigua  reconocía que lo más importante era introducir el arte de una vida sana, Para  vivir sanamente necesitamos una forma de vida equilibrada. Para  el monaquismo primitivo, la regla propiamente dicha era siempre la Sda. Escritura. La RB solamente pretende interpretar la regla bíblica en la convivencia de una comunidad monástica  concreta.
Para la medicina antigua, una forma de vida es correcta cuando coloca en un buen balance  las diferentes fuerzas del hombre. Así se genera una sana tensión entre las tendencias opuestas del alma humana. Hay que soportar la tensión entre oración y trabajo, entre soledad y comunidad, entre silencio y diálogo, entre gracia y naturaleza, entre exigencia  y comprensión de la situación individual. Cada vez que se acentúa demasiado uno de estos polos, el otro queda ensombrecido y tiene por tanto  repercusiones negativas en el alma humana.
La tensión produce energía. Cuando la tensión  es demasiado fuerte, se produce una explosión,  cuando la tensión  es demasiando leve la vida se achata. La regla vela para que la tensión de los polos de la vida humana haga posible el fluir  de la energía vital y del Espíritu Santo.
Vemos en este capítulo como S. Benito intenta reiteradamente establecer un equilibrio entre los diferentes polos. Así vemos que no sobre exige a los monjes, pero tampoco se queda con exigencias insuficientes. Quiere corresponder a las directrices de la Biblia, pero no asustar a los monjes. Quiere hacer justicia a la tradición del monacato primitivo, sin pasar por alto la situación concreta de cada época. Quiere tomar en serio las necesidades de la comunidad, pero también las del individuo. No quiere medir a todos con la mima vara, pero tampoco  quiere abrir la puesta de par en par a las necesidades individuales.
El arte de vivir sanamente se percibe claramente en este capítulo sobre la distribución de lo necesario, así mismo cuando habla de la comida y la bebida. A cada uno debe dársele lo que necesita.  Para él esta realidad debe tenerse en cuenta. El que necesita menos de gracias a Dios y no se entristezca viendo como al que necesita más  recibe atenciones. Y este no se enorgullezca por las atenciones que le prodigan. Nadie debe colocarse por encima de los demás. Cada cual está llamado a enfrentarse seriamente con sus necesidades. Si se necesita siempre más que los demás, podría preguntarse qué indica su desmesurada necesidad. Tal vez ha recibido poco en su infancia, tal vez utiliza sus necesidades de atención y posesión para compensar su deficiente espiritualidad.
S. Benito no se contenta con que cada uno pueda satisfacer sus necesidades. Debe confrontarse con ellas para a través de ellas conocerse mejor. Es importante que cada uno conozca sus necesidades, pero no debe desarrollar una ideología de la satisfacción de las necedades. Si piensa que el monasterio debiera satisfacer todas sus necesidades seguirá siendo infantil. Quien percibe sus necesidades debe decidir con toda libertad si quiere satisfacerlas de todas maneras o  prefiere renunciar a esa satisfacción. Ambas cosas mantienen  vivo al hombre. Como dice Freud el que debe satisfacer de inmediato todas sus necesidades, nunca  llegará a ser maduro, nunca desarrollará un “yo” fuerte. Pero el que siempre renuncia cae con facilidad en un comportamiento obsesivo o compulsivo.
Las necesidades reprimidas entran en una zona de sombra y desde allí obra de una manera destructiva en el alma. Como podemos ver, estas orientaciones psicológicas corroboran la ascesis que hay en toda vida cristiana.

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