Si deben ser readmitidos los hermanos que abandonan el monasterio. 29.
La RB no pierde de vista al hermano infiel e impenitente. Todavía hay esperanza de que se convierta y vulva al buen camino. Si solicita su readmisión se le abrirán las puertas del monasterio con dos condiciones: prometer muy seriamente la enmienda del defecto que motivó su salida, y segundo se le asignará el último lugar para probar su humildad y la sinceridad de su conversión.
S. Benito quiere que el abad, representante de la autoridad de nuestro Señor en el monasterio, reproduzca también la imagen de sus virtudes. Como hemos visto en capítulos anteriores, quiere que manifieste toda la caridad del médico y del Buen Pastor con las almas caídas. Quiere también que tenga toca la misericordia de Jesús con los pobres arrepentidos. Dios para perdonarnos solamente exige que estemos sinceramente arrepentidos y decididos a no ofenderle más. Aunque los pecados igualaran a las estrellas del cielo, si nos convertimos al Señor y hacemos penitencia, olvida al momento todos nuestros pecados.
Así debe obrar el abad respecto al monje que está verdaderamente arrepentido de su obstinación y siempre que cumpla las exigencias de las leyes canónicas y las Constituciones.
Tiene que mostrar una verdadera conversión, es decir un verdadero arrepentimiento del pasado y una firme voluntad de evitar las faltas en adelante. Dios mismo no puede reconciliarnos con su gracia si nos falta el arrepentimiento. Se necesita el sincero arrepentimiento nacido del corazón y no de la sensibilidad o la imaginación. Un arrepentimiento sobrenatural producido por motivos de fe. Un arrepentimiento eficaz que lleve a poner los medios convenientes para cambiar de vida. Si no tiene estas disposiciones, el abad no puede volverle a recibir.
S. Benito quiere que sea probado con humillaciones al monje que desea reingresar en el monasterio.
A primera vista parecería normal que el abad, lo mismo que el padre del hijo pródigo debería arrojarse al cuello de su religioso arrepentido, devolverle el anillo y el vestido de antes y matar en becerro cebado en señal de regocijo. Esto es sin duda lo que haría el abad si solamente escuchara a su corazón, porque interiormente está lleno de júbilo. Esto es lo que con frecuencia se hacen los superiores que dispensan al pródigo de las pruebas bajo pretexto de no extinguir la mecha que humea, y llevar mejor al culpable mediante la dulzura.
Así se olvida el amor que se debe a la comunidad y al mismo hermano caído. Pues por una misericordia excesiva se destruyen los frutos de la caridad y se prepara para nuevas desgracias.
Hay un punto en el que difiere S. Benito del Evangelio. Dios acoge tantas veces cuantas volvamos a El. S. Benito quiere que se reciba al hermano hasta tres veces, pero no más, porque hay que primar el interés de la comunidad sobre el del particular. Se perdería la paz y tranquilidad de un monasterio, donde no se hiciera más que entrar y salir. Esto sería su ruina.
Las leyes de la Iglesia y nuestras Constituciones regulan sobre el modo de proceder en estos casos. Incluso el dispensado de los votos temporales tiene con esto un impedimento para poder ser recibido de nuevo sin la correspondiente di
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