S. Benito no indica ningún método de oración. Lo que le interesa son sus cualidades intrínsecas. En esta cap. 20 insiste reiterativamente en unas características, que reflejan la doctrina de Jesús cuando expone la parábola del fariseo y el publicano, cuando hablando de la oración, dice que basta entrar en el aposento y hablar con el Padre, y cuando enseña a sus discípulos el Padrenuestro
S. Benito considera la oración como algo muy simple. El mismo título del este capítulo resulta muy expresivo: “De la reverencia en la oración”. Reverencia denota una actitud general en la presencia de Dios caracterizada por la admiración, el temor en su sentido bíblico, que incluye humildad y amor.
La comunidad monástica es una comunidad que ora al Señor en nombre de Cristo. Según S. Juan este ha sido el deseo expreso del Señor: “Yo os aseguro, lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre. Pedir y recibiréis para que vuestro gozo sea completo” Jn.16, 24.
Nuestra oración será cristiana en la medida que sea una oración hecha en nombre de Cristo. ¿Qué es orar en nombre de Cristo? Orar como discípulo de Cristo. Orar como discípulos fieles al mensaje y misión de Cristo. En tiempo de Jesús, los diversos grupos religiosos se les distinguían por que tenían una forma, un estilo particular de oración.
La manera propia de orar cada grupo, expresaba su relación particular con Dios y el lazo especial que unía al grupo entre sí.
Orar en nombre de Cristo es orar como discípulos pertenecientes a la nueva comunidad mesianica de Cristo, Orar encarnado en nosotros la oración de Cristo. Esta es la actitud de la primitiva comunidad cristiana.
La oración cristiana no es algo personal, individual, autónomo. Es la expresión de una vida de discípulos de Cristo, animados por los mismos sentimientos y la misma actitud de Cristo. Por esto el monje tiene que orar como discípulo de Cristo a través de todas sus acciones, cualquiera que sea las fórmulas, los métodos y estilos. Su oración se resume en la búsqueda del Reino de Dios. El Padrenuestro resume y sintetiza esta oración y es signo distintivo de los que pertenecen a la comunidad cristiana.
Orar en comunión de fe y amor con Cristo, es igual a orar en nombre de Cristo, es orar en comunión con El. En comunión de Fe. La oración en nombre de Cristo es una oración suscitada, movida, sostenida y animada totalmente por la fe en Cristo nuestro Salvador.
Para S. Juan orar en nombre de Cristo es orar con fe en Cristo:”Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos creedlo por las obras. Os aseguro, el que cree en mí hará las obras que yo hago, y mayores aún, porque yo voy al Padre, y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo”
Orar en comunión de amor con Cristo.-
Orar en nombre de Cristo es orar en comunión amorosa con Cristo, en actitud de adhesión real, concreta y eficaz a Él. Una actitud de amor fiel. “Si permanecéis en mi y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. Como el Padre me amó, yo también os amo a vosotros. Permaneced en mí amor” Jn. 15,7-9.
Orar en nombre de Cristo es orar conscientes de que pertenecemos a una comunidad de elegidos que están destinados a dar fruto en Cristo. “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca.”Jn 15,16.
Una oración verdaderamente cristiana es una oración que no nace de nosotros mismos, sino de Cristo que habita en nosotros. La oración que nace de nosotros, en nuestro propio nombre es una oración fría, débil, aburrida, formalista, sin vida. Lo primero que tenemos que pedir al Señor es descubrir la verdadera oración cristiana, aprender a orar en nombre de Cristo “a quien amamos sin haberle visto, en quien creemos, aunque de momento no lo veáis, rebosando en alegría inefable y gloriosa “1 P.1, 8-9.
Orar en nombre de Cristo es descubrir en Cristo la fuente de nuestra oración, una oración viva, gozosa, llena de fe y esperanza.
Orar en Comunidad.
Orar en nombre de Cristo es orar en comunidad, en comunión con los demás hermanos, como miembro del cuerpo de Cristo. La adhesión a Cristo se realiza y encuentra su manifestación en la Iglesia, en la comunidad como parte de esta Iglesia. Orar en el nombre de Cristo es orar con aquellos que han sido bautizados en nombre de Cristo.
La oración en nombre de Cristo es siempre comunitaria, aunque la haga uno solo, cerrado en el aposento como dice Jesús. Pues se realiza siempre en unión con los hombres. La oración exige amor, perdón y encuentro con los hermanos. Una verdadera oración cristiana construye a la comunidad. Una comunidad que va superando las disensiones, los mutuos recelos, reuniéndose en oración.
Una comunidad dividida por la discusión, la crítica amarga, la discordia, el mutuo recelo es una comunidad que aún no ha descubierto la oración cristiana, no sabe orar en nombre de Cristo, aunque cante con toda perfección el Oficio y oren todos en la misma iglesia.
Pero la oración cristina exige algo más. Jesús nos dice: “Pues yo os digo, amad a vuestros enemigos, orar por los que os persiguen, para que seáis hijo se vuestro Padre Celestial que hace salir el sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos” Mat. 5,44-45. Una verdadera oración cristiana tiene que incluir un recuerdo concreto, un esfuerzo de comprensión, un generoso perdón para con todas aquellas personas que nos han podido hacer algún mal.
La oración cristiana destruye la enemistad, es fuente de perdón y construye la verdadera comunidad.
Orar en nombre de Cristo implica no sólo una comunión con él, sino orar teniéndole a El como único mediador. Cristo es el gran orante y único y verdadero orante. Una vez resucitado está siempre vivo para interceder por los hombres. Heb.7, 25.
Nuestra oración es cristiana en la medida que se inserte en esa actitud orante de Cristo ante el Padre. Al orar nosotros, no hacemos más que participar en esta oración de Cristo ante el Padre. Permitir que Cristo ore en nosotros y desde nosotros al Padre.
Nuestra oración recibe todo su significado, su valor, su hondura, su eficacia, su poder de penetrar hasta el santuario del Padre, porque es oración de Cristo que vive en total actitud de oblación al Padre y de intercesión por los hombres.
Nuestro acceso al Padre sólo es posible en Cristo y por Cristo. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, si no es por mí.
Nuestra oración es estéril, vana, sin Cristo. No nos acerca al Padre, no nos descubre la verdad de Dios, no nos conduce a la verdadera vida, si no es por medio de Cristo. De aquí la formula que acompaña a las oraciones litúrgicas: Por Jesucristo nuestro Señor. ¡Que no quede en mera fórmula! Es lo que da valor y sentido a la oración cristiana.
Solo podemos orar al Padre unidos a Cristo. Toda nuestra vida, incluida la vida de oración está toda ella oculta en Cristo en Dios. Por eso, la comunidad cristiana acude al Padre en súplica, en alabanza, en acción de gracias, por medio de Cristo. Todo lo que hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en nombre del nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre. Col. 3,17.
Orar en el Espíritu.
Orar en nombre de Cristo es dejar actuar en nosotros el Espíritu enviado por el Padre y por Cristo, que es la fuente de nuestra vida cristiana. No tenemos que olvidar la exhortación de Pablo a los Efesios. “Vivir siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu” Ef. 6,18. La oración cristiana es oración en el Espíritu. No es fórmula, no es letra, palabra, sonido, cantos. Es espíritu.
La oración reducida a mera fórmula obligatoria, reducida a un tiempo más o menos aburrido de recitación de oraciones. La oración reducida a un juego de mi imaginación puede quedar solamente en la letra. Pero la letra mata, mientras que el espíritu da vida. Lo que puede dar verdadero sentido y vida a nuestra oración es el acercamiento a Dios y a su Palabra. No es en último término, los nuevos métodos, la formulas recientes, sino el espíritu que la anima. Cualquier reforma, cualquier modificación, si queda en lo mero exterior, puede quedar en letra. Una letra nueva, a la que le falta el espíritu y que por lo tanto no le da la verdadera vida.
Tenemos que revisar para ver hasta que punto nuestra oración es una oración viva, por tanto llena de vida y espíritu, o es una oración muerta, pura letra que mata.
¿Podemos hablar de vida de oración? ¿Tenemos que reconocer mucha oración muerta? De todos modos no tenemos que olvidar las palabras dirigidas a la comunidad de Sardes:”Conozco tu conducta, tienes nombre como de que vives, pero estas muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda, pues está a punto de morir, pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate por tanto de cómo recibiste y oíste mi palabra, guárdala y arrepiéntete. Ap. 2, 1 ,3.
¿Qué es orar en el espíritu?
En primer lugar, es orar con espíritu de hijos, es decir en una actitud de confianza filial de intimidad audaz con el Padre, pues no recibisteis un espíritu de esclavos para caer en el temor. Antes bien, recibisteis el espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: abba, Padre.
Nuestra oración tiene que estar marcada por la confianza. “Dios ha enviado a nuestros corazones, el espíritu de su Hijo que clama: abba, Padre. De modo que ya no eres esclavo, sino hijo.” Gal 4,6-7
Orar en el espíritu es buscar siempre lo espiritual. “Los que viven según la carne, desean lo carnal, a los que viven según el Espíritu, lo espiritual.” Rom 8,5. Orar en el espíritu es buscar a través de la oración los frutos del espíritu, que son: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza (Gal 5,22)
La oración realizada en el Espíritu, es una oración que se caracteriza por estos frutos: una oración llena de amor, alegre, pacificadora, paciente, afable, bondadosa, fiel, equilibrada. Dejarse guiar por el Espíritu en la oración es dejarse conducir solamente por el amor. Es el signo más claro de que no es letra, sino espíritu, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Rom 5,5.
Una oración en el Espíritu, es una oración cuyo tiempo, estilo modo, forma, intensidad, etc. están movidos por el amor al Padre y a los hombres.
Nosotros necesitamos del Espíritu para orar.
Nosotros necesitamos del Espíritu para orar, porque no sabemos qué orar, ni que pedir, así lo dice Santiago:”No tenéis porque no pedís, pedís y no recibís, porque pedís mal, con intención de malgastarlo en vuestras pasiones.”S. 4,3.
Si nos sentimos vacíos de vida cristiana, de fe profunda, confianza confiada, de alegría gozosa, quizá es porque no pedimos o pedimos mal. Por eso dice S. Pablo:”El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo para orar como conviene; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.” Rom 8, 26
Nuestros deseos y aspiraciones están encuentros frecuentemente en el egoísmo, la comodidad, la pereza. Necesitamos del Espíritu. Es el primer don que tenemos que pedir al Padre, con confianza. “Que padre hay que si su hijo le pide pan, le da una piedra, o si le pide pescado, le da una culebra…Pues si vosotros yendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuanto más el Padre del cielo dará el Espíritu santo a los que se lo pidan” Luc 11, 13.
Tanto a los cristianos en general, como quizás a los monjes, si miramos nuestra propia experiencia, se nos ha olvidado pedir lo primero que debemos pedir, el Espíritu Santo. Es el único que nos puede enseñar a orar, es el único que nos puede llenar de paz, amor, alegría, esperanza. El único que nos puede descubrir algo de la intimidad y profundidad de Dios que es Amor.
En medio de nuestro caminar, frecuentemente en oscuridad como Abraham que salió para el lugar que recibiría en herencia, y salió sin saber a don de iba, (Heb. 11,8) en tensión hacia una tierra prometida que nuestros ojos no alcanzan a ver. Cuando se nos presentan varios caminos que podemos seguir. Cuando escuchamos tantas palabras que proceden de sabiduría humana, necesitamos buscar el Espíritu, orar con palabras aprendidas del Espíritu y escucharle, ya que es el que nos llevará a la verdad plena. (Jh 16,13)
Orar al Padre.
La oración cristiana hecha en noble de Cristo, y animada por el Espíritu, es una oración dirigida al Padre. Este es un rasgo característico de la oración cristiana, que podríamos definir como una oración confiada de unos hijos al Dios Padre, el Padre de nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro. A un Padre que no ha perdonado a su propio Hijo para salvarnos a los hombres. Esto da a la oración cristiana un tono de confianza, de seguridad y gozo, que quizás no siempre hemos llegado a descubrir los que nos llamamos cristianos. Así lo resalta S. Pablo. Si Dios está con nosotros ¿Quién contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, ¿Cómo no nos dará con El todas las cosas? Rom 8, 31-32. El cristiano es el que se atreve a clamar “Abba” Padre. Efesios 1,3-5 es un canto de confianza en el amor del Padre. Y en 1 Jn 3,1 muestra esta misma confianza en el Padre.
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