Podemos iluminar el mandato de la RB de «meditar» en la actitud que debemos de tener ante los ángeles, escuchando a S. Bernardo a este propósito, aunque no citar expresamente estos párrafos de la RB, pero los comenta ampliamente.
En los sermones sobre el salmo 90, comentando el versículo «A sus ángeles mandó Dios para que te guardaran en todos tus caminos» dice ¡Cuanta reverencia deben infundirte estas palabras, -cuanta devoción inspirarte, – cuanta confianza deben darte! Tres actitudes indica S. Bernardo: La reverencia por su presencia, – la devoción por su benevolencia, – la confianza por su custodia.
Y en el sermón 7° sobre el Cantar de los Cantares, enseña largamente como tenemos que estar en su presencia durante el Oficio divino.
Hablando de los amigos del Esposo, se pregunta ¿quién son estos amigos? Pienso que son los santos ángeles que asisten a los que oran para presentar a Dios las súplicas y deseos de los hombres.
Así lo confirma el salmista, e interpretando este difícil versículo del salmo 67 dice S. Bernardo: “Iban delante de los príncipes unidos a los cantores de salmos y en medio las muchachas tocando panderos. Por eso decía: en presencia de los ángeles te cantaré salmos”.
Esto le da pie para hacer una amonestación que nos revela que incluso entre estos monjes guiados por un santo de ardor como tan grande como S. Bernardo, había debilidades, pues sigue diciendo: “Por esta circunstancia me duele mucho que algunos de vosotros se duerman profundamente madurante las sagradas vigilias. Faltan a la reverencia debida a los conciudadanos del cielo… mientras ellos conmovidos por el fervor de los demás, gozan participando de vuestro culto.
Reparad en vuestros príncipes, manteneos reverentes y recogidos mientras oráis o salmodiáis, rebosantes de satisfacción, porque vuestros ángeles están siempre viendo el rostro del Padre.
Además de ser enviados para servimos porque hemos heredado la salvación, llevan al cielo nuestra devoción y nos traen la gloria.
Aprovechémonos de su oficio y compartamos su gloria para que de la boca de los niños brote una alabanza perfecta. Digámosles: Salmodiad a vuestro Dios, y escucharemos como ellos nos responden: salmodiad a nuestro Rey. Y unidos a la alabanza de los celestiales cantores como conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, salmodiad sabiamente, como un manjar para la boca, así de sabroso es el salmo para el corazón. Solo se necesita una cosa: que el alma fiel y devota lo mastique bien con los dientes de su inteligencia, no sea que por tragarlos enteros sin triturarlos se prive el paladar de su apetecible sabor, más dulce que la miel de un panal que destila
Presentemos como los apóstoles un panal de miel en el banquete celestial en la mesa del Señor”. Aquí hace referencia S. Bernardo a la versión antigua de Lu. 24,42, que decía que le presentaron un panal de miel, mientras que las modernas, dice un pez asado.
Apoyándose en esta traducción dice: ”como la miel se esconde en la cera y la devoción en la letra. Sin esta, la letra mata cuando se traga sin conocimientos del Espíritu Santo. Pero si lo canta llevado del Espíritu, como dice el Apóstol, si salmodias con la mente, tú experimentarás aquello que dijo Jesús: las palabras que yo os digo son espíritu y vida. Esto lo confirma la Sabiduría: Mi espíritu es más dulce que la miel. Así saboreará tu alma platos sustanciosos y le agradarán tus sacrificios”.
Y termino con una frase en el sermón de S. Miguel que dice:
“Pensad cuánta solicitud debemos tener nosotros para mostramos dignos de la compañía y visita de los ángeles a fin de vivir de tal modo en su presencia que jamás ofendamos sus ojos”.
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