Los salmos constituyen el elemento principal del Oficio Divino. Son un tesoro inmenso en expresiones de adoración, alabanza, acción de gracias y esperanza. Muchos monjes prefieren los salmos que contienen un tipo de oración dirigida directamente a Dios. Pero son también una fuente de contemplación, tanto los salmos históricos que relatan las maravillas obradas con su pueblo, como los sapienciales sobre la fidelidad a los designios de Dios y la felicidad del que los sigue.
S. Benito ordena el salterio como un elemento esencial del Oficio hasta tal punto que en circunstancias especiales permite abreviar las lecturas y los responsorios, pero nunca los salmos
Adopta la distribución del salterio romano, aunque con algunos retoques importantes que tienden a aligerar algunas horas y dar más variedad al Oficio. Tal vez hacerlo más apropósito para comunidades rurales, obligadas a trabajos más duros, incluso el trabajo del campo, a diferencia de las comunidades de las basílicas romanas que no tenían otra misión que el canto del Oficio.
Los salmos considerados en un principio como medios para la santificación del tiempo, al someterse a una recitación periódica, adquieren la categoría de “deuda sagrada”. El salterio ya no es simplemente el material necesario para estructurar las diversas horas canónicas, sino que se ha convertido en «un objeto precioso al que el ciclo de las Horas sirve de estuche». Es la concepción del salterio que domina en este capitulo 18 en el que se asigna salmos concretos a cada una de las Horas.
Terminada la distribución de los salmos, advierte la RB que si a alguien no le agrada esta distribución, puede organizarlos de otra manera que le parezca mejor. Esto hace pensar que el autor no estaría demasiado conforme con su obra, para otros era señal de su humildad. En todo caso parece que juzga bastante indiferente el orden de los salmos. Lo importante para él es que se rezaran de verdad. Por eso da libertad de organizarlos de otro modo, mientras se cumpla una sola condición: mantener el principio de la recitación semanal del salterio.
En esto no quiere transigir. ¿Por qué razón? S. Benito no dispone de ningún texto bíblico que pueda sostener su tesis. Apela a los padres de la vida monástica. Quizás hace referencia a una anécdota generalizada que seguramente conocía. Un anciano fue a visitar a cierto padre, que quiso obsequiarle con una buena comida (un poco de lentejas) pero este le invitó a rezar diciendo, hagamos la Obra de Dios y después comeremos. Ambos monjes eran tan fervorosos que uno rezó el salterio integro y el otro recitó de memoria dos libros de los profetas mayores. ¿Apólogo o historia? De todos modos sería una exageración concluir de esto que nuestros santos Padres, recitaban en un día todo el salterio, como se puede entender de este texto de la RB. Lo que ésta pretende es estimular el celo de los monjes tibios y avergonzarlos de su desidia, animándolos a rezar semanalmente el salterio. ¿No se podría también aquí aplicar lo antes dicho de que lo importante de verdad no es tanto la cantidad de salmos, cuanto se vivieran esos salmos?
Esto fue objeto de mucha consideración en la reforma litúrgica última. La recitación en lengua vernácula ocasiona tal cantidad de conceptos que resultaba la recitación semanal más bien un impedimento para la oración.
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