S. Benito, después de haber trazado el plan de la vida cenobítica en el cap. 1 y el gobierno de la comunidad por el abad y el consejo de los hermanos, (2 y 3) muestra como en un resumen de toda la regla, las normas para todos los miembros de la comunidad.
En 72 artículos ha resumido la sustancia de los 72 capítulos de la regla. Así este cap. 4 es como una suma de todas nuestras obligaciones religiosa, y en su asimilación y práctica podemos constatar en qué medida tenemos el espíritu de S. Benito.
Mal orientado estará el monje que en este capítulo 4 no viese otra cosa que preceptos sin ningún orden y anticuados, más propios para el común de los fieles que para unos monjes contemplativos. Efectivamente son antiguos, algunos son de S. Clemente y S. Pedro. Pero todos están basados directa o indirectamente en la Sagrada Escritura.
Son estos instrumentos, no todos ciertamente igualmente importantes, los que nos ofrece para trasformarnos en imagen de Cristo, en otros Cristos. Practicándolos durante nuestra vida, llegaremos al ideal de nuestra trasformación. Pero es necesario ejercitarnos en ellos, ya que las herramientas, por sí solas no consiguen ninguna obra de arte.
Son instrumentos de un arte. El artista no solo quiere hacer un trabajo, sino que procura progresar cada día más en su arte.
Por tanto el objetivo final de todos ellos es progresar en nuestra trasformación en Cristo, y ayudados de la gracia podremos alcanzar esa trasformación.
Todo artista persigue un ideal, y por lo tanto, todo arte es un trabajo del espíritu. Pero el arte espiritual es por excelencia el arte del espíritu, que nos lleva a perseguir la perfección que no es otra que la unión con Cristo. Una carrera infinita se abre ante nosotros. Siempre podemos caminar más por esa senda. Siempre podremos crecer en paciencia, humildad, en caridad, etc.
¿Cómo lograr que estos instrumentos se conviertan en experiencia personal, viva y vivificante, capaz de trasformar al monje desde sus mismas raíces? ¿Cómo asimilar vivencialmente los contenidos ya formulados, sin quedarse en una mera asimilación conceptual inoperante? ¿Cómo pasar, en una palabra, de los textos a la vivencia?
Urge una experiencia del Dios vivo, un encuentro vital con la persona de Jesucristo. Todos y cada uno de los instrumentos nos tienen que llevar a ese encuentro personal con Cristo. Todos y cada uno de ellos, los hemos de ver a través del evangelio, para no quedarnos en la materialidad de la letra. Desde S. Pablo hasta hoy, es fácil comprobar que solo el encuentro personal con Jesucristo es capaz de trasformar a una persona por dentro y abrirla en donación personal a los demás.
Deja una respuesta