Postrarse con frecuencia para orar. (4,56)
Ayer considerábamos como en la colación 9 de Casiano, en la que habla el abad Isaac, y que S. Benito tendría en la mente al redactar este instrumento, exhorta a orar con frecuencia, pero con brevedad, pasa a la conferencia 10 en la que expone el tema de la oración continua y el modo de practicarla.
Hay una aparente contradicción entre el enunciado de este instrumento, y el precepto del Apóstol de orar siempre.
La oración continua ha sido siempre un problema entre los monjes, que han tratado de solucionarlo de las maneras mas diversas pero que no llegan a satisfacer.
Para mí la solución de como cumplir este precepto de orar continuamente lo encuentro en S. Agustín, en el sermón 37 sobre los salmos. Dice así:
“Los gemidos de mi corazón eran como rugidos. Hay gemidos ocultos que nadie oye. En cambio si la violencia del deseo que se apodera del corazón de un hombre es tan fuerte que su herida interior acaba por expresarse con una voz clara, entonces se busca la causa. Y ¿Quién lo puede entender sino aquel a cuya vista y oídos llegan los gemidos? Por eso dice que los gemidos de mi corazón eran como rugidos, porque los hombres. Si quizás se paran a escuchar los gemidos de alguien, las más de las veces solo oyen los gemidos exteriores, y en cambio no oyen los del corazón.
Y ¿quién podrá interpretar la causa de los gemidos? Por eso añade, todo mi deseo está en tu presencia.
Por tanto no ante los hombres, que no son capaces de ver el corazón, sino que todo mi deseo está en mi presencia.
QUE TU DESEO ESTÉ EN SU PRESENCIA Y EL PADRE QUE VE LO ESCONDIDO TE ATENDERÁ”. Esta es a mi modo de ver, la solución satisfactoria de la oración continúa.
“TU DESEO ES TU ORACIÓN, SI TU DESEO ES CONTINUO, CONTINUA SERÁ TU ORACIÓN. No en vano dijo el Apóstol: “Orar sin cesar”. ¿Acaso sin cesar nos arrodillamos, nos postramos, elevamos nuestras manos para que podamos afirmar que oramos sin cesar? Si solo así se pudiese orar, sería imposible orar sin cesar. Pero existe otra oración interior y continua que es el deseo.
Cualquier cosa que hagas, si deseas aquel reposo sabático, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no dejes el deseo. Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua.
Callas cuando dejas de amar. ¿Quienes se han callado?, aquellos de los que se ha dicho: al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría. La frialdad en el amor, es el silencio del corazón y el fervor del amor es el clamor del corazón. Mientras la caridad permanece, estás clamando siempre. Si clamas siempre, deseas siempre, y si deseas, te acuerdas de aquel reposo. Todo mi deseo está en tu presencia.
Que sucederá si delante de Dios está el deseo y no el gemido? Pero ¿como puede suceder esto, si el gemido es la voz del deseo? Por eso añade el salmo: No se te ocultan mis gemidos. Para Ti no están ocultos. Sin embargo para muchos hombres lo está.
Algunas veces el humilde siervo de Dios afirma, “no se ocultan mis gemidos”. De vez en cuando puede ocurrir que a veces sonríe el siervo de Dios. ¿Puede decirse por su risa, que murió en su corazón el deseo? Si el deseo está en tu interior, también lo está el gemido, quizás el gemido no llega siempre a los oídos del hombre, pero jamás se aparta de los oídos de Dios”.
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