171.- Temer el día del juicio. (4, 44)

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Entramos en la segunda parte de los instrumentos, que tiene unas características bastante diferentes de los anteriores. Constituyen un programa de ascesis. Ya hemos puesto como las bases en los tres instrumentos anteriores y con este entramos de pleno en el programa, que necesariamente tiene que empezar por el ejercicio del temor de Dios, el juicio divino que hoy comentamos. Le siguen otras verdades eternas que es preciso tenerlas en cuenta y meditarlas, hasta el instrumento 54, orientando nuestro camino espiritual.
 En realidad, estas sentencias no necesitan comentario que las aclare y las encontraremos de nuevo en el cap. 7 en la escala de la humildad en el primer grado.
 El temor del juicio es saludable. Lo recomienda S. Pablo a sus queridos filipenses (2,12) «Trabajad con temor y temblor en vuestra salvación.
 Nadie está  tan elevado que pueda dispensarse del santo temor y la misma confianza en Dios encuentra un estímulo en el temor.
 Todas las almas santas, en mayor o menor grado han alimentado este temor. El pensamiento del juicio estaba muy presente en S. Jerónimo y le parecía oir sin cesar la trompeta convocando a juicio. S. Agustín consideraba el olvido de los juicios de Dios como una de los grandes castigos del pecado. Para S. Benito era tan habitual este pensamiento, que a cada momento lo menciona en su Regla.
 El consejo del Eclesiastés de que en todas las obras, tengamos presente las postrimerías, y nunca pecaras, (7,40) lo han tenido muy presente todas las almas santas.
 Esto no es otra cosa que seguir la enseñanza del Señor, que continuamente nos recuerda en el evangelio el juicio que nos espera. Este pensamiento ayuda a purificarnos de nuestras negligencias actuales, y nos armar  contra las tentaciones futuras.
 El peligro está que por nuestra flojedad natural, las preocupaciones terrestres borren de nuestra mente este recuerdo, si no tenemos el cuidado de reanimarlo por medio de una frecuente meditación.
  Por tanto esta verdad no es una quimera, sino una verdad revelada. Jesús asemeja su venida, a la del ladrón, que llega cuando menos se piensa.
Este temor tiene que ser santo y practico. No se trata de asustar a nuestra imaginación por lo que S. Benito nos manda meditar en el juicio, sino para nuestra santificación.  Jesús dice que tenemos que ser como los siervos que esperan la llegada de su señor, que viene a las bodas, para estar dispuestos a abrirle en cuento llame a la puerta. (Luc 12,36) “Pero si el siervo se dice, mi amo vendrá  tarde y se entretiene en castigar a los otros siervos, en comer y beber y embriagarse, su amo vendrá  en el día y hora que menos se piense, y lo colocará  con los siervos infieles”. (Luc 12, 45-46)
 Se trata por tanto de preparamos para la venida del Señor. Y nos prepararemos juzgándonos a nosotros mismos. «cuando vayas de camino con tu adversario, procura arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel»
 Antes de  obrar pesemos nuestras acciones en la balanza del soberano juez, a la luz del último día. De este modo será  saludable el pensamiento del juicio.

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