131.- Aliviar a los pobres- (4,14)

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Nos podemos fijar en primer lugar  las distintas traducciones de  este instrumento. S. Benito dice pauperes recreare. Unos traducen  como Iñaki, aliviar a los pobres,  otros socorrer a los pobres, otros contentar, alegrar a los pobres. Son diversos matices de una misma  realidad. Puede según la traducción que se tome, más o menos  delicadeza en el modo de hacerlo.
Con este instrumento, se comienza con una serie de instrumentos que están  orientados a la práctica de las obras de misericordia, del 14 al 19.
Como decía en el día anterior, esta transición resultaba  muy natural  para los antiguos, ya que el ayuno de que se hablaba en el instrumento anterior,  iba siempre ligado a la limosna. Amar el ayuno implica casi necesariamente en la mente de los antiguos, aliviar a los pobres.
Los pobres son despreciados por el mundo. Pero son nuestros iguales tanto según el evangelio como en la declaración de los Derechos Humanos. Son nuestros hermanos en Jesucristo, tanto se trate de la pobreza material, como de la de las cualidades  humanas, bien de la pobreza espiritual. En teoría ¿qué  monje no está conforme con este planteamiento?
Las dificultades vienen en la práctica, pues aunque sabemos que Jesús se hizo pobre voluntariamente, y escogió a pobres, no miserables, para discípulos, suele haber dificultad en hacer vida en nosotros esta verdad.
Jesús los llama bienaventurados, y da como señal de se misión divina,  “que los pobres son evangelizados.” Jesús toma hecho para sí lo que hagamos a los pobres.
Entre los pobres ha reclutado los más fervientes discípulos a través de los siglos. Así lo atestigua S. Pablo hablando de la iglesia de Corinto.
Acogerlos con amor es lo que S. Benito nos está indicando en este instrumento. Rechazarlos por el hecho de ser pobres, es rechazar al mismo Jesucristo.
Este amor lo mostraremos en primer lugar con la limosna corporal. Es deber de toda  comunidad cristiana dar limosna según sus medios.
 Los bienes del monasterio, pertenecen a la Iglesia, y no son para amontonar bienes, procurando toda clase  de comodidades. Son para remediar nuestras necesidades y  de los  necesitados. De lo cual siempre se suele estar de acuerdo en teoría, no tanto cuando se presenta la ocasión de practicarlo.
El Señor siempre bendice de una manera visible a las comunidades que se señalan por su caridad.
Esta caridad y ayuda se ha manifestado de diversas maneras, según los tiempos y costumbres. En nuestra cultura, el dar la sopa y el pan en la portería  a la hora de comer, hoy día no se ve bien, cuando antes  era motivo de edificación.
Pero sobre todo, podremos ejercitarnos en este instrumento con la limosna espiritual, ya que está al alcance de todos su práctica. Son muy numerosos los pobres espirituales. Los cristianos, que abundando en riquezas, necesitan de nuestra ayuda, de nuestra oración, e incluso en ciertas circunstancias también de nuestro consejo.
Los monjes, con su ejemplo, con una vida entregada totalmente a Cristo, es como pueden hacer esta limosna, ya que la luz de su vida traspasa los muros del monasterio e irradia en el mundo. S.  Bernardo dice que si la antorcha arde, necesariamente ilumina.
Un monje debe derramar por donde quiera que pase una emanación  de vida sobrenatural. (Demasiado materializado, el tonel suena de distinto modo si está lleno o si está vació.)
Nada es tan agradable a Dios,  promete recompensar hasta un vaso de agua dado al pobre, cuanto más al que hace bien a las almas.

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