40. Conclusión del Prólogo.
De esta manera si no nos desviamos jamás del magisterio divino y perseveramos en su doctrina y en el monasterio hasta la muerte, participaremos con nuestra paciencia en los sufrimientos de Cristo, para que podamos compartir con El su reino. Amen. (50).
Hemos llegado a la conclusión del prólogo, esta conclusión la toma la RB literalmente de la RM. Forma una doble oración final con varios incisos. En uno de ellos aparece por primera vez un término específicamente monástico:”monasterium”. Se usa no en su acepción primitiva:”morada de un solitario”, sino en el sentido secundario que absorbió pronto el primigenio, a lo menos en el mundo latino: “morada de una comunidad de monjes cenobitas”.
En el monasterio hay que perseverar hasta la muerte. Por ello se ilumina todo el prólogo, como dirigido a monjes que viven en comunidad. Los únicos que tiene en consideración la regla entera como dirá en el cap. 1
Cómo tienen que vivir los monjes en el monasterio, será el tema de todos y cada uno de los capítulos que siguen a continuación. Aquí solo se advierte la necesidad de no desviarse jamás de magisterio divino y mantenerse firmes en su doctrina, para terminar enseguida declarando la causa final de la vida monástica, lo que la da sentido, tanto a la vida monástica, como a toda vida cristiana: participar ahora en los sufrimientos de Cristo, para compartir con El más tarde en su reino glorioso.
La vocación monástica, según la presenta el prólogo de la RB está enteramente centrada en la realeza de Cristo. Monje es el hombre que ingresa en el monasterio para militar bajo las órdenes de Cristo, verdadero Rey, empuñando las armas de la obediencia (v 3) Toma esta decisión porque Cristo le ha llamado a su servicio. (V 21) y él mismo aspira habitar en el pabellón real (v 22) si persevera en el servicio de Cristo, participando en su pasión hasta la muerte, tendrá parte así mismo en su reino glorioso. (v 50)
En este párrafo S. Benito recomienda la perseverancia de tres modos. En primer lugar perseverar escuchando las lecciones que recibimos en la escuela del divino servicio. Mientras vivimos en este mundo necesitamos enseñanza. La ciencia de la perfección es infinita. Jamás agotaremos sus tesoros. El monje que quiere hacer serios progresos en el seguimiento de Cristo, intenta profundizar siempre en su vocación o carisma.
En segundo lugar recomienda perseverar en la práctica de estas enseñanzas divinas. Las enseñanzas que se dan son prácticas. Si las oímos y no las practicamos, nos hacemos más culpables e imperfectos. Jesús dice que el que oye su doctrina y no la práctica es como el que edifica sobre arena. Cuantos más años pasan, mejor debemos vivir nuestro carisma.
La tercera recomendación es la perseverancia en el monasterio. La escuela del divino servicio es el Monasterio. Es donde Dios quiere que le sirvamos. La vida de comunidad es un auxiliar necesario para nuestra formación, tanto en su aspecto positivo de estímulo como en el negativo de elemento purificador. Es un cincel que nos labra durante toda nuestra existencia.
No es poca cosa, dice la Imitación, vivir en una comunidad, vivir en ella sin quejarse y perseverar en ella hasta la muerte.
Si nos abrazamos con fidelidad y amor a todo lo que lleva consigo la perseverancia en la vocación llegaremos a la trasformación en Cristo, que nos permitirá irradiarlo. Una antorcha para que ilumine, solamente hace falta que arda, si arde, ilumina, dice S. Bernardo. Y usando palabras de Jesús, para que un sarmiento produzca fruto es necesario esté unido a la vid.