3º.-LA RB EN SU HISTORIA HASTA EL SIGLO XII.
Con el paso del tiempo, la RB se convirtió en un código indiscutido de los monjes de occidente. Pero la mente del autor tenía pretensiones más modestas. En el cap. 73 declara sin ambages, en contraposición de la autosuficiencia que tiene la RM, que lo que ha esbozado, es para que “observándola en los monasterios demos prueba al menos de alguna honestidad de costumbres, o de un principio de vida monástica”.
Es evidente que la RB es una regla entre otras reglas, sin originalidad especial, pero sí, una síntesis admirable de la tradición oriental y occidental. Y es evidente también, que S. Benito no pensaba, ni mucho menos en la fundación de una Orden en el sentido moderno.
Por otra parte, incluso si hubiese sido esa su intención, los hechos se encargaron pronto de desmentirla.
Hasta el siglo VIII no se empieza a hablar de una vida monástica “sub Regula Santae Benedicti”, lo que indica que el régimen de “regulae mixtae” existía en aquella época, por lo que unos monjes podían esccoger la RB con preferencia a otras reglas.
Durante el siglo VIII y sobre todo a partir del IX la formula de “Secundum regulae Santae Benedicte” mantiene el mismo significado, pero no quiere decir que la RB fuese observada en su integridad. Sus prescripciones eran adaptadas a las costumbres y necesidades de cada casa.
La reforma monástica comenzada por el emperador Carlomagno y continuada por su hijo Ludovico Pío, ayudado por Benito de Aniano, intentó unificar los monasterios del imperio, convirtiéndolos en benedictinos, mediante la adopción de la única regla, la RB.
A partir del Concilio de Aquisgran 817, los monjes tuvieron que escoger una regla que les distinguiese de los canónigos. Pero es el mismo Benito Aniano el que afirma que las distintas reglas no se contradicen, sino que se complementan y completan la RB. Y esto porque en la RB no ve un reglamento de vida a observar, y por ello introdujo en la práctica diaria observancias contrarias a la RB.
En el siglo IX nacen las “consuetudines” monásticas, manuales de costumbres que son verdaderas adaptaciones de las normas prácticas de la RB a las condiciones de vida de los distintos lugares, a menudo muy diferentes de la Italia central del siglo VI.
En los siglo XI y XII los antiguos monasterios benedictinos se agrupan en Ordenes, la más importante será Cluny con sus “consuetidines” propias. Y en esta época surgen nuevas Órdenes que de alguna manera quieren volver a la RB. La más importante será Cister.
Los cisterciense, no obstante, tendrán sus propios “Instituta” y “usos”. El mismo S. Bernardo que amaba ardientemente la RB, afirmando ser la ley indispensable y suficiente para que el monje llegue a Dios. Pero para S. Bernardo la RB es la expresión de un ideal, no una colección de prácticas a observar. Una obra doctrinal, que contiene una enseñanza espiritual y tiene un valor legislativo solo en cuento trasmite doctrina espiritual. D. Lecrecq señala como S. Bernardo no duda en violar la letra de la regla para ser más fiel al impulso del Espíritu Santo.
Tanto en Cister, como en los movimientos de reforma que le siguieron, a pesar de sus deseos de literalismo, se vieron obligados a utilizar al lado de la Regla las cosuetudines.
La permanencia de la RB a lo largo de los siglos, no la ha conferido un carácter, que no tiene en sí misma, un valor absoluto. Tener esto presente en los estudios históricos evita muchos mal entendidos.
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