38.-Puede encontrarse alguna austeridad.
Pero si, no obstante, cuando lo exija la recta razón, se encuentra algo un poco más severo con el fin de corregir los vicios o mantener la caridad, (47)
Esta nueva referencia del párrafo 47 modera las esperanzas de facilidad que el logion de la carga ligera, había hecho nacer, según comentaba el último día. Según la imagen del yugo de Cristo, la regla no debe tener nada duro, nada oneroso.
Pero como el camino de la salvación puede ser un tanto estrecho. Un simple cambio de cita bíblica, permite introducir la austera realidad que parecía excluida.
No podemos dejar de preguntarnos sobre la validez de este planteamiento. ¿Se trata de jugar con las imágenes y palabras? ¿Acaso un texto evangélico puede contradecir a otro?
Antes de ver como Benito resuelve la antinomia, notemos que esta ya se encontraba en la RM. Recordemos que el Maestro presenta su regla como el código de un camino angosto, pero luego invita a tomar el yugo de Cristo y su carga ligera (parábola de la fuente).
Las dos imágenes evangélicas en la RM se sucedían a cierta distancia y sin ningún interés por coordinarlas. Pero se armonizaban de un modo bastante natural por el hecho de que el Maestro colocaba la pesadez y la ligereza, no en las exigencias objetivas de la ley más o menos severas, si no en la condición del hombre ya esclavizado por el pecado, o ya liberado.
El camino ciertamente era angosto por sus mismas exigencias, pero la carga era liviana por la eliminación del peso de la culpabilidad.
Benito reúne los dos textos evangélicos en un mismo pasaje. Para conciliarlos no utiliza la interpretación de Mat 11, que el Maestro había dado.
Para Benito la ligereza de carga se aplica sin ninguna clase de duda a las exigencias de la ley. La ley de Cristo según Mat 11, es suave, y por lo tanto la regla monástica también tiene que serlo. Esta afirmación se opone a la estrechez del camino presentada por Mat. 7, que significa la dificultad de la ley.
Benito busca la conciliación en una exégesis audaz de este último texto utilizando para ello un versículo del salmo 118. “Corrí por el camino de tus mandamientos cuando dilataste mi corazón”. Según Benito, el camino de la salvación solo es angosto en su comienzo. Luego por efecto del amor, el corazón se dilata y se corre por el camino de los mandamientos de Dios con una dulzura inefable.
La gracia y el amor divinos intervienen con más intensidad en la medida que se avanza en la vida monástica, atenuando la impresión inicial de severidad. La observancia no obstante sigue siendo lo que es, objetivamente hablando. Pero en el interior, el corazón ya está cambiado.
En otras palabras, Benito relativiza el concepto de camino angosto atrayendo la atención sobre la subjetividad del hombre que sigue ese camino. La oposición entre camino angosto y yugo suave no queda por esto suprimida, pero esta manera de interiorizar el problema, le hace perder toda su dificultad.
La estrechez y la amplitud, la dificultad y la facilidad no se miden tanto por el tenor objetivo de la ascesis impuesta, cuanto por las disposiciones íntimas del monje. Estas mejoran con el tiempo y en virtud misma de la ascesis. De modo que experimentamos aun algo más que la suavidad y ligereza anunciadas por Jesús. Una dulzura especial que no se puede expresar, porque procede de la dilección.
Pero la luz de la razón nos dice que nada en este mundo se consigue sin trabajo. El monje no logra caminar en su transformación en Cristo, que ciertamente es obra de la gracia, pero no sin la cooperación que supone esfuerzo.
Es motivo de confusión ver como las personas del mundo se afanan y esfuerzan por un poco de oro o de fama, más que los religiosos por alcanzar un encuentro más intenso con Cristo.
No podemos enmendar nuestros vicios sin hacernos violencia. No lo lograremos sin un despojo total de todo aquello que nos impida la libertad interior. Recordemos el ejemplo de S. Juan de la Cruz, del pajarito atado, con un hilo o con una cadena. No puede volar. Y este despojo no se hace sin dolor.
Por ello Benito, aunque no quiere establecer nada duro, sin embargo la necesidad de corregir los vicios, y para conservar la caridad, lo exige, ya que nuestra naturaleza nos lleva a situaciones de tibieza, en las que experimentamos cómo baja nuestra oración y se enfría el amor a los demás. Para preservarnos de estos males, Benito nos proporciona unos instrumentos que en algunos momentos pueden ser dolorosos.
Si queremos alcanzar la meta de nuestra profesión, corresponder al amor divino, comprenderemos la necesidad del sacrificio.