24.- Nunca podremos llegar allá a menos que vallamos corriendo con las buenas obras. (22)
Este pensamiento que aquí expresa de S. Benito es el mismo de Jesús cuando dice: “Corred mientras tengáis luz”
Correr es como decir, caminar con fortaleza. Con frecuencia se consigue con un esfuerzo, lo que no se logra con múltiples golpes débiles. El camino del cielo es muy escarpado según advierte Jesús, aunque el resultado final sea obra de la gracia. El reino de los cielos sufre violencia y tan solo los violentos podrán arrebatarlo.
Si dejamos de esforzarnos, al momento volvemos atrás por el peso de nuestra naturaleza. Quien no avanza, retrocede, suele atribuirse a S. Bernardo este dicho. Cuanto más pendiente es una cuesta, más se adelanta caminando con energía y generosidad.
La fuerza es por tanto necesaria para alcanzar el fin que pretendemos, y por no hacerlo, muchos se quedan a mitad de camino. Hay que conservar vivo y eficaz el espíritu de sacrificio y generosidad. No regatear nada en la entrega total que supone la respuesta a la llamada de Jesús. El nos dará la gracia para sostenernos en esta carrera.
Correr significa también caminad rápidamente. Cada paso nos acerca a la meta, cuanto más rápidos sean, antes nos acercamos a la meta. Por otra parte, el tiempo es corto y no alcanzaremos el término si no corremos. Quizás hemos perdido mucho tiempo, y lo poco que nos queda, pues por muchos años que sean, pasan cada vez con mayor rapidez, tenemos que aprovecharlos bien.
Por eso caminar lentamente, malgastar el tiempo es exponernos a una tardanza cierta e irreparable. Son los talentos recibidos de los que el Señor nos pedirá cuenta.
Caminemos deprisa. O sea multipliquemos las buenas obras. Mientras tengamos tiempo, obremos el bien, dice S. Pablo. No se trata de hacer obras extraordinarias. Si hacemos lo que tenemos que hacer habitualmente ¡Cuánto caminaríamos en un solo día!
Querer marchar más aprisa que la Regla, es exponernos a sucumbir al peso de la fatiga y quedar inútiles posteriormente para todo. Es lo que decía Sta. Teresa de aquellas monjas, que llevadas de un fervor intempestivo, se sobrepasaban en las austeridades de la Regla, caían enfermas por ello, y en adelante no podían cumplir por ello la regla. Así ni antes ni después la cumplían.
El discernimiento de espíritus ha de iluminarnos para no confundir el fervor con los excesos, que bajo capa de virtud, pueden llevarnos a la fatiga física y espiritual.
Correr es hacerlo con grandes pasos. Quien corriese con pasitos menudos, sería lo mismo que si caminase lentamente, porque no adelantaría gran cosa. Para progresar hay que hacer obras verdaderamente buenas. Y para que una acción sea buena, no basta que esté conforme con la Ley de Dios y la regla. Debe ser hecha con rectitud de intención.
Las acciones lentas son pasos que se dan hacia atrás, apenas perceptibles para el progreso en la virtud. Alarguemos el paso llevando siempre la recta intención de agradar a Dios. El ardiente deseo de glorificarle, el fervor y santo celo de la caridad, Entonces si que corremos y sin trabajo, porque el amor dilata nuestros corazones. Corrí por el camino de tus mandamientos, cuando dilataste mi corazón.
Ejemplo admirable en este correr en un vivir diario completamente normal es la vida de Sta. Teresa del Niño Jesús. El camino de la infancia no se señala por las obras extraordinarias, sino por el modo extraordinario de hacer las obras ordinarias.