59.-El abad padre.

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59.-El abad padre.

 El abad que es digno de regir un monasterio, debe acordarse siempre del título que se le da y cumplir con sus propias obras el nombre de superior, porque en efecto, la fe nos dice que hace las veces de Cristo en el monasterio, ya que es designado con su sobrenombre, según lo que dice el apóstol. Habéis recibido el espíritu de adopción filial, que nos  permite gritar: Abba, Padre. (2, 1-3)

La RB no hace mención o referencia al Espíritu Santo, ni a la comunicación de este Espíritu a los monjes perfectos, por la cual se les llamaba padres: abbas.  Pero está lleno de una profunda significación.
A quien  evoca y relaciona al superior del monasterio  es con Cristo. Lo afirma  rotundamente al emitir este acto de fe monástica: “creemos que hace las veces de Cristo”.
No se trata de una opinión o de una piadosa creencia. Es materia de fe. Y al afirmar a continuación, a manera de argumento apodíctico, que “abba” es uno de los sobrenombres de  Cristo. O sea que prueba que el superior que hace las veces de Cristo se le designa con el mismo nombre: “abba”.
Nos sentimos un tanto extrañados ante esta afirmación, y  la sorpresa sube de punto cuando a renglón seguido, formula el testimonio escriturístico en el que se basa  su afirmación.
 Que haga las veces de Cristo, porque se le da el mismo nombre, es más difícil de probar.
Que Cristo sea Padre porque en S. Pablo leemos: ”Habéis recibido el espíritu de adopción filial que nos permite gritar: Abba, Padre” resulta del todo inaceptable.
Siempre los comentaristas de la RB se veían en dificultades al tener que interpretar estos párrafos.  Por esto ha sido uno de los más estudiados de toda la regla. Y gracias a estas investigaciones, se han ido acumulando gran número de textos  de la época patrística, en la que Cristo aparece como Padre. Así sabemos que Arístides, S. Justino, S. Clemente de Alejandría, S. Atanasio, S Agustín, Evaglio Póntico, S. Cesáreo de Arles, la RM y otros  muchos escritores eclesiásticos,  garantizan el carácter antiguo generalizado, tradicional y ortodoxo de  la doctrina de la paternidad de Cristo.
Sus argumentos son diversos y de variada solidez. Cristo recibe el nombre de Padre por ser el Nuevo Adán, el Esposo de la Iglesia, por su carácter de Maestro de los cristianos. El maestro era considerado generalmente como padre espiritual de sus discípulos.
Pueden leerse en S. Juan textos significativos a este respecto: H. U. Baltasar cita algunos de estos textos para intentar resolver un problema que él mismo se plantea. Cristo humillado obedece a Dios Padre y no a sí mismo. ¿Cómo puede el abad representar al Hijo al dar órdenes? A esto solo se puede contestar con las palabras de Cristo: ”Quien me ve a mí, está viendo a mi Padre”, y “mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado”. El respeto del Hijo en relación con el Padre, se traduce para el abad en el temor al Señor, subrayado frecuentemente por el hecho de haber recibido la cura de almas. Él mismo está obligado a una obediencia más estricta,  que otro alguno de los monjes.
Cristo puede llamarse Padre en cuanto es manifestación de la paternidad de Dios, y en Cristo se revela el misterio de Dios en la trascendencia de la Trinidad en sí y en la condescendencia  de la Trinidad para con nosotros. Cristo es el resplandor  de la gloria y de la realidad íntima del Padre. (Heb. 1, 3)

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