45.- Las clases de monjes. (Cap. 1)
El conjunto de este capítulo parece como un preámbulo, en el que los cenobitas son definidos y ubicados en el marco general del monacato, antes de ser organizados metódicamente a lo largo de la Regla.
De este modo aunque este capítulo de “Generibus monachorum “sea el primer capítulo, más bien es una segunda introducción a toda la regla, puesto a continuación del prólogo.
Desde los inicios del monacato cristiano, surgieron personajes carismáticos que con sus ejemplos, amonestaciones, reglas y prestigio, fueron encauzando en lo posible aquel basto e impetuoso movimiento espiritual. Así S. Antonio, S. Pacomio, S. Agustín, S. Basilio, por no citar nada más que a las figuras de primera magnitud.
En consecuencia, se fueron definiendo cada vez más las diversas maneras de entender y vivir la vida monástica. Algunos autores empezaron a reseñar los diversos géneros de monjes. Nos ha llegado la descripción de S. Jerónimo, S. Agustín y Casiano que trata sólo de los monjes de Egipto. Así se pusieron los cimientos de un tema literario que atravesaría los siglos.
Estos tres autores enumeran tres géneros de monjes. Jerónimo y Casiano describen la vida de los cenobitas, de los anacoretas y de un tercer género que Jerónimo llama “remnuoth” y Casiano de “sarabaíta”. S. Agustín se ocupa solo de los anacoretas y cenobitas, y poco más adelante como si se tratara de otro género de monjes, habla con admiración de las comunidades urbanas de” hermanos”, que él mismo había visto en Roma y Milán.
Jerónimo y Casiano satirizan y vapulean a porfía este tercer género de monjes. Agustín, que no los menciona, tiene alabanzas para todos, pues escribía una apología de las instituciones católicas y no una diatriba. Con todo vemos también que él, en otras obras, reprende y desautoriza cierta clase de monjes.
El primer capítulo de la RB como el de la RM se inscribe en esa tradición de la literatura monástica. Esto hay que tenerlo presente al abordar su interpretación. Contiene una puesta de posición respecto a las condiciones concretas de las diferentes formas de monacato contemporáneo. ¿Pero hasta qué punto los monjes de que habla la RB reflejan la situación real de su tiempo, si para describirlos se sirve en gran parte de una especie de cliché tradicional, que contaba ya siglo y medio de existencia?
Lo único que realmente innova la RB como la RM, es el asegurar rotundamente desde el principio del capítulo, que los géneros de monjes no son tres, sino cuatro, “como de todos es bien conocido”, dicen. A las categorías mencionadas por Jerónimo y Casiano, cuya colación 18 es la base del capítulo, añade una cuarta: los giróvagos.
Antes de pasar al análisis del contenido doctrinal y espiritual, es conveniente examinar la función de prólogo que le asigna la RB a este capítulo. Para ello es indispensable acudir al cap. 1 de la RM del que la RB depende estrechamente.
Sabemos que Benito reprodujo literalmente las notas de RM sobre las tres clases primeras de monjes, abreviando solamente la tercera. Luego resumió en una simple frase la interminable sátira que de los giróvagos hace la RM y volvió a expresar en sus dos frases de conclusión, la condenación de los malos monjes y su propósito de ocuparse de los cenobitas, sin añadir nada más.
Al pasar el cap.1 del Maestro a Benito, ha sufrido tres modificaciones de importancia desigual. En primer lugar la nota sobre los sarabaíta fue acortada un poco, luego la descripción de los girovagos fue drásticamente reducida. En lugar de 61 párrafos, cuenta solo dos. Y finalmente en la larga conclusión del cap. en la que el Maestro presentaba al abad como doctor, fue totalmente omitida por la RB. Esta última modificación es ciertamente la más notable y la que trae más consecuencias, pues hace desaparecer lo que sin duda, en la mente del Maestro, era la razón de ser de todo el capitulo.
En la RM este capítulo tendía a introducir al capítulo del”abad”. Su verdadero objetivo, no era describir las diversas clases de monjes, incluso el situar el cenobitismo entre ellas, o dar una definición de este último, sino presentar al doctor de la “escuela monástica”, o sea al abad.
Cuando se hace un análisis del cap. 1 de la RM se cae en la cuenta de la gravedad del corte que introduce Benito. Al suprimir la exhortación final, ha hecho desaparecer la finalidad a la que tendía todo el discurso en la RM.
Así en el corto capítulo de Benito, la nota sobre los cenobitas, adquiere un relieve distinto del que tenía en la del Maestro. Es como el frontispicio de toda la regla, y no un jalón para presentar al abad, como es en la RM.
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